martes, 31 de octubre de 2017

Castañamanía. Versión 3.0

Sábado 28 de octubre


Y ya van tres señores/as. Si en la anterior ruta decía que era una costumbre ya instaurada el hacer todos los años una ruta inoxidable, no lo es menos el visitar el castañar de El Tiemblo y precisamente el mismo fin de semana, año sí y año también. Es una de esas rutas que no puede faltar en el zurrón de un hambriento, y otra de esas cosas que no puede faltar es su atracón anual de castañas y ansia viva.

En 2015 inauguramos el trayecto hacia el pueblo de Casillas y como si aquello fuera el camino de Santiago, nuestra fe en la querida castaña, hace que año tras año tengamos que ir a venerarla.

Vientos de cambio agitan con fuerza el grupo y lo que le rodea. Es la primera ruta en la que la presencia femenina supera a la masculina. Lety, la nueva miembro, ha hecho inclinarse la balanza. ¡Bienvenida! El otro cambio sustancial, es que Mirindas ha dejado de quejarse. Así, sin más. Le dio el aberrunto y ni siquiera el chaparrón de la semana pasada ni la lesión de rodilla de ésta, ha hecho que intente fruncir el ceño. 



Un cambio importante y que ya escapa a nuestro control es el tiempo (atmosférico) loco en el que nos encontramos. No sé si será un ciclo, si de verdad nos merecemos la extinción y nos estamos preparando para ello, o qué es lo que pasa. Lo que está claro es que después de venir tres años seguidos a este paraje, cada vez los castaños están más verdes. No saben cuándo acaba el verano y empieza el otoño. Como leí en un artículo el otro día, es tiempo del veroño. No sé si será bueno o malo, pero ahí está.


Embalse de El Burguillo 2015
Embalse de El Burguillo 2016
Embalse de El Burguillo 2017

Castaño 2015 
Mismo castaño 2017 

La ruta en sí, es la misma que la de las anteriores ocasiones. En esto sí que no cambiamos. Partimos desde Casillas hasta alcanzar el castañar de El Tiemblo, para posteriormente subir al pozo de la nieve y descender de vuelta al pueblo.

Otra de las cosas buenas de repetir esta ruta, es que cada vez que la hemos hecho, ha sido en unas condiciones totalmente diferentes. En 2015, la humedad y la niebla fueron los protagonistas. El año pasado, el calor. Y este año, ni una cosa ni la otra. Temperatura agradable con viento fresco a la sombra.

Lo que sí fue curioso es que a pesar de encontrar los castaños aún verdes, el suelo estaba plagado de castañas. En el pueblo de Casillas, vimos a más de uno y más de dos recogiéndolas por la calle. Nosotros aprovechábamos para hincarles el diente a modo de avituallamiento, a sabiendas de que nuestro aparato digestivo nos pudiera dar algún susto al final de la ruta.









A Mirindas le da igual echarse a la boca unas moras, que castañas que un canto rodado si se le presenta la oportunidad. Es un ser que vive del terreno, como Rambo en Acorralado.






Llegamos al castañar de El Tiemblo y aquí parece que el otoño está algo más avanzado. Alguna hoja amarilla se ve. Pero una o dos, no más. Algunos árboles ya nos los conocemos casi de memoria. Como si fueran colegas de toda la vida. Nos encontramos a un grupo palillero que pasaba por allí. La mujer a la que le pedí que nos hiciera una foto, debía estar extasiada porque de la emoción no logró encuadrarla. ¡¡Y eso que hizo 3 fotos!! Parece que le gustó más el suelo del bosque que el propio árbol. ¡Qué tía más grande!




















Visita de rigor al abuelo. Se podría venir a cenar en navidad con nosotros y no nos resultaría extraño. Si es que ya es de la familia.








Después de un breve refrigerio ponemos rumbo al pozo de la nieve. Aquí nos sobra toda la ropa. Es el Mortirolo de la jornada, así que despacio pero con buena letra. Alcanzamos la pradera donde se encuentra el pozo de la nieve. Todo muy seco. Esperemos que empiece a llover cuanto antes. Como viene siendo costumbre, paramos a comer en el mismo sitio. Qué cuadriculados somos.





















Nos ponemos en marcha sabiendo que queda lo mejor de la ruta. Llevamos todo el año tonificando la espalda para acostumbrarla a kilos y kilos de peso. Como ya tenía la ruta grabada de los años anteriores, nos fue sencillo encontrar los castaños entre los robles y pinos. Esta vez, sin embargo, nuestro paseo por los helechos fue menos salvaje que en la anterior ocasión. ¡¡Ni las zarzas salen ya por la falta de agua!!






Quedamos poseídos por nuestro ancestral instinto recolector. El ansia viva que ha crecido en nuestro interior durante toda la ruta, explota ahora sin miramientos. Como si fuera una onda de energía, los helechos caen a nuestro alrededor para dejar a la vista a nuestra querida castaña. No levantamos los ojos del suelo, ni falta que hace. Oveja que bala pierde bocado, como dice el refranero español. Como si fuéramos gomeros, nos comunicamos entre nosotros con silbidos para señalar donde están las más gordas y duras. Castañas, claro. A Eska se le agrandan las pupilas al ver tal cantidad. Como una rata atraída por el flautista de Hamelin no puede abandonar el lugar. Berme la tiene que sacar casi a rastras. Yo tengo que sacar fuerzas de donde no las hay para ponerme erguido ante el peso que cargo. Menos mal que llevé una mochila grande. No quise hacer un Milhouse.










Sólo queda bajar hasta el pueblo. Toda una tortura para Mirindas que lleva toda la ruta fastidiado por la rodilla. Eso sí, no deja de pensar en que hará con las castañas: ¿asadas, en pastel, se las tomará como bebía Cela el agua...? Quién sabe. 







Esta vez sí que íbamos a hacer algo diferente a lo de las otras veces y fue estimular la economía de la zona. El bebercio tocaba esta vez en Casillas, abandonando nuestra tan querida guarida de Navas del Rey. Otra vez será. Por cierto Mirindas, mejor asadas.



MAVERICK