Escribo esta
crónica en caliente, con la esperanza de que el eco de las emociones vividas
aun se escuche en mi interior, y poder plasmar parte del mismo en estas letras.
Siempre digo lo mismo, “sólo
tienes una oportunidad en la vida para hacer algo por primera vez” y yo acabo
de gastar la mía en lo que respecta a una media maratón. Difícilmente podía
haber elegido un escenario y una compañía mejores….
Sábado (víspera del día D) : 9 de la mañana. Al abrir la
persiana, además de la lluvia abundante que cae de un cielo plomizo, percibo
una ligera resaca en mi cabeza y en el estómago. Mis ánimos están como el día.
Ayer el tapeo se nos fue ligeramente de las manos y los vinos acabaron en
cubatas. Pepito Grillo se ha despertado mas activo que yo y está con el taladro
de la culpa: “Tanta preparación y voy y me corro una juerga dos días antes de
la carrera. Ya me vale….”
Desayunamos estupendamente
gracias a la testarudez de mi padre, que ha dejado la casa equipada como si
fuera a hospedarse un batallón de la legión. Con el estómago lleno y un
ibuprufeno trabajando en él, mi ánimo mejora notablemente y a eso de las 11,
iniciamos una rutilla turística por el entorno de Nájera. Así, disfrutamos de
Santa María La Real y del museo de Nájera. La ortodoxia de los corredores es
severa. Estudios y cálculos que Peli me ha intentado explicarme, hablan de no
se cuantos kilowatios de fuerza, por cada kilogramo menos que peses. Nosotros
no sabemos que es un kilowatio, o kilopondio, o lo que sea, así que en mitad de
la visita cultural nos apretamos un menú muy apañadito a base de alubias,
ciervo guisado, entrecot al punto, tarta de queso…. Vale .., no es una
ensalada, !pero está muy rico!. ¡Gloria a la gastronomía riojana!
Cabrillo y David, han venido a comer
con nosotros, y compartimos entre risas el resto del día empezando por una
visita express al monasterio de Suso (la guía está a régimen de palabras, y las
guarda con celosa actitud). Después de Suso, nos refugiamos de la lluvia en la
casa que tiene el clan Cabrillo en Tricio. Tal y como dice Marta, es una
auténtica casa rural. A mi desde siempre me ha parecido muy acogedora, y hoy
con la lluvia, y la cocina de leña a todo trapo, es un palacio. Nos tomamos un
cafecito de una cafetera Megefesa de las auténticas, y nos vamos a visitar la preciosa
e injustamente no tan conocida, Ermita de Arcos http://www.vallenajerilla.com/pueblos/tricio/arcos.htm
(mil gracias a Erica y A Sergio, volveremos seguro J).
A continuación, degustamos unas
cervecitas acompañadas de delicias gastronómicas del tipo Triskies (han
cambiado la bolsa!!!), Doritos, chuches (cerveza y chuches, jajajaja, aprende Ferrán Adrià…). A mi se me ha despertado un poco la
conciencia, y pido que la segunda cerveza sea sin alcohol, mientras cojo otro
puñado de chuches.
Cenamos en Nájera, en el mesón
jamonero. En la mesa de al lado hay dos tipos delgados, con cara de corredores.
Los corredores tenemos un sexto sentido para estas cosas, y nos reconocemos
fácilmente entre nosotros. Vale.., puede que ayude que lleven puestas las
zapatillas, el chándal, y que tengan una pinta de máquinas que no veas…El caso
es que se están cenando una ensalada y unas setas a la plancha. Les maldecimos
por lo bajini, mientras nos conformamos con unos embuchados, con pimientos del
padrón, unos bocadillos de lomo con queso, y unas fuentes de patatas bravas que
se desbordan por los lados."¿Para beber? A mi me traes una cerveza sin por
favor, que me tengo que cuidar para mañana."
A esas alturas, por qué no
reconocerlo, el nerviosismo se ha apoderado de nosotros. Peli no hace mas que
tocarse la garganta convencido de que está incubando unas anginas de caballo, y
yo, al notar que empiezo a estar tentado de pedirme un pacharán, decido que ya
es el momento de irnos. Marta y Sandra, de buena gana que se hubieran quedado
un ratito mas (se está a gusto con Sergio, Erica, y Cabrillo la verdad), pero
aceptan sin un mal gesto nuestra cobarde retirada hacia casa. Llegamos a eso de
las 22:30 y a las 23 horas ya estamos en la cama.
Domingo (Día D). Dormimos plácidamente, bueno, en mi caso,
hasta las tres de la mañana. A partir de ese momento empieza mi via crucis
particular. Vuelta para un lado, vuelta para otro. Cojo un libro de mi
estantería de la infacnia, y me entretengo con los tres mosqueteros de
Alejandro Dumas. Me decepciona un poco. El D´Artagnan es un poco flipao la
verdad. Lo abandono en seguida y cojo mi manoseado libro “Media Maratón tú
puedes hacerlo”. Busco consejos de última hora, y me releo varias veces la
frase de ..:” en estos años de entrenar a corredores, muchos me han comentado
que no pudieron dormir la noche de antes y a pesar de todo hicieron buenas
carreras..” En una de esas lecturas de la misma frase, a eso de las 5 de la
mañana me duermo de nuevo. Me despierto a las 6, esto es un infierno… si
pudiera empezaba a correr ahora mismo..
A las 7 ya estoy por la cocina
preparando el desayuno. Peli aún no se ha despertado, pero me dijo que igual no
desayunaba mucho, así que decido ir desayunando yo, y cuando voy a comenzar
aparece. Ha dormido regular también, pero no tiene anginas. Nos desayunamos
unas tostadas con café y nos vamos hacia Santo Domingo a coger el dorsal.
Tenía dudas sobre la velocidad de
ese momento, en mis peores miedos, llegábamos y había una única persona con
gafas, buscando un dorsal en una lista de 20 folios, mientras una cola
interminable de corredores aguantaba a la espera de su turno. La realidad es
completamente diferente. La organización hace un alarde de eficacia, está todo
perfectamente pensado y en menos de cinco minutos tenemos nuestra bolsa del
corredor en las manos. Aquí también se han portado, botella de vino, camiseta,
unos calcetines, unos dulces, unos yogures desnatados (¿…?).
Aprovechando la rapidez del
trámite, visualizamos nuestra llegada a la meta, jugando con la idea delo que
nos vamos a encontrar cuando lleguemos. Las gradas ya están montadas, y en mi
imaginación el público grita y aplaude mi llegada, camino los últimos metros..,
y ¡cruzo la línea de meta! Tiempo: menos
2 horas y cinco minutos. No está mal.
Volvemos hacia Nájera, y nos
disponemos a los últimos preparativos. Peli se lía a echarse cremas (que luego
utilizaré yo para embadurnarme literalmente) mientras yo me voy a pasear a los
perros. La mañana está realmente bonita, y por primera vez en mucho rato me
relajo un poco. Tenemos los dorsales, he dejado todo preparado y me encuentro
razonablemente bien, sin rastros de molestias en el estómago por los excesos de
los dos últimos días.
Marta y Sandra ya se han
levantado, y tras realizar los últimos preparativos en los cuales vuelven a
aflorar los nervios (maldito dorsal, esto nos es un imperdible, esto es un cubo
de rubick!!!... Cuando por fin consigo ponerlo con ayuda de Sandra , descubro
que llevo la camiseta al revés..), salimos
hacia el casco antiguo del pueblo, desde donde sale la carrera. El día está
realmente bonito, y al bajarme del coche empiezo a sentirme mejor. Las orillas
del Najerilla están llenas de corredores calentando, y nosotros nos despedimos
de nuestras ayudantes, y hacemos lo propio.
Es una sensación bonita. Los
rincones me resultan nuevos y familiares a la vez. Los pulmones me responden, y
las piernas con ayuda de los potingues que nos hemos echado, van entrando en
calor. Voy dirigiendo el calentamiento, pero no me he dado cuenta de que tengo
el reloj adelantado, así que llegamos a la línea de salida 8 minutos antes de
lo que creía. Decidimos posicionarnos en un lugar optimista de la salida
(medio-adelante) pero por el camino nos encontramos con Sergio y Erica y nos
quedamos hablando con ellos. No me entero de mucho de lo que dicen por
megafonía, bueno, no me entero mucho de nada, estoy concentrado en mis
sensaciones. Parece que me duele un pie, quizás tenía que haber ido al baño una
cuarta vez.. y de repente griterío.., pero nadie se mueve. Salto como si
estuviera en el comienzo de la calle estafeta, impaciente por ver llegar a los
toros y empezar a correr, y finalmente aquello se pone en marcha. Cruzamos la
línea de salida en el sector de cola. Pero eso no importa. Queda mucho por
delante.
El inicio del recorrido es una
cuesta que conozco bien. En mi imaginario infantil era una cuesta interminable,
larga y dura para subirla con la bicicleta cuando íbamos a la salera o al
castillo, y gozosa para bajarla después. Hoy la subimos cómodamente al
tran-tran. Vamos todos tan apretados que lo difícil no es la cuesta, sino el no
pisar al de delante. Tras la cuesta, amplitud de horizonte (al fondo se ven las
alturas de Cirueña) y una recorrido de suaves toboganes por una pista asfaltada
en mitad de los viñedos (¿he dicho ya que el día está bonito?)
Se van abriendo huecos, y
nosotros nos movemos entre ellos. Me encuentro muy bien la verdad. Creo que
podría aumentar el ritmo, pero hemos decidido llevar una táctica conservadora
hasta el kilómetro 16. Peli va a mi lado, y parece ir bien también. Incluso
bromeamos, hablamos. La gente alrededor hace lo mismo.
Llegamos a Azofra, donde la
organización ha instalado el primer avituallamiento. No lo necesitamos, vamos
bien. Los ánimos de la gente que ha salido a aplaudir nuestro paso, me inflaman
las piernas y acelero un poco sin darme cuenta. En el MP3 suena el último
Mohicano, y ya es demasiado, acelero acelero, y de repente veo que Peli queda
un poco atrás. Entre risas aflojo y le comento lo que me ha pasado. Vamos bien,
y estoy disfrutando.
Pasamos el kilometro 10 en 53:05.
Es muy buena marca, estamos corriendo a 5:18 el kilómetro aproximadamente.
Mucho mejor de lo que pensaba. Mi primer objetivo era terminar la carrera, pero
en “petit comité”, admitía el anhenlo de intentar hacerlo con un tiempo
inferior a las 2 horas. Para ello debía correr a menos de 5:30
minutos/kilómetro. Ahora que lo estoy cumpliendo y mejorando, me encuentro tan
bien que juego con la posibilidad de ir un poco mas rápido. Que difícil de
conformar soy…. Desecho la posibilidad y decido mantener ritmo hasta por lo
menos el kilómetro 16.
Hago bien. A partir de ese
momento comienza la parte mas dura de la carrera. Las constantes lluvias,
unidas a la arcilla de las laderas que terminan en una depresión por la que
transcurre el camino, han convertido ese sector en una trampa casi insalvable.
Que a pesar de ser geólogo no lo haya previsto dice muy poco a mi favor. Pero
no hay tiempo de lamentos, porque la carrera se ha convertido en una versión
cutre de humor amarillo y sus famosas zamburguesas. Cada paso es un triunfo, se
derrapa, se trastabilla, se maldice. Las zapatillas, tan monas y ligeras unos
minutos antes, han mutado a plataformas de Drag-Queen, y ahora pesan 350
kilogramos cada una por lo menos. En el MP3 suena Izal, y eso me ayuda ..” lo
voy a hacer…, digan lo que digan lo voooy a haceeeer, cruzaré la fina líneaaaaa
lo voy a hacer…” Me transformo en jabalí y retozo como puedo por el barro. No
lo debo de hacer tan mal porque adelanto a mucha gente. Tanta, que cuando me
giro no veo a Peli. Me paro y espero. No quiero irme para adelante sin ver cómo
va. Aparece al fondo. Está sufriendo con el barro y ya no lleva tan buena cara.
Al llegar a mi altura le pregunto. Me dice que un poco justo. Le digo que llevo
buen ritmo y que creo que voy a ir hacia delante. Me da el visto bueno. Y ahí
nos separamos.
Despreocupado de arrastrar en mi
inconsciencia de ritmo a alguien conmigo, me embalo en mitad del barro. He
tomado una referencia a uno con camiseta fosforescente que me parecía que
llevaba buen ritmo, y apenas lo diviso allí al fondo. No paro hasta llegar a su
altura y sobrepasarlo. Lo malo es que esto ocurre ya en el inicio de la cuesta.
Quizás debía haber llegado a su base con un pelín menos de pulsaciones porque
se me atraganta un poco, y la corono con la respiración desbocada. Ni para
saludar en la foto estoy..
A partir de ahí, se llanea con
pendiente constante hacia arriba hasta Cirueña. Mi respiración no se termina de
recuperar, y en el avituallamiento de este punto, camino mientras me tomo un
poco de agua. Se supone que de aquí hasta el final es llano y cuesta abajo,
pero nada más salir del pueblo veo dos cuestas con las que no contaba. Las subo
a traición, mirando sólo el metro de suelo que llevo delante mío, sin atreverme
a comprobar cuanto queda. Ahora si,… ¡cuesta abajoooo!!!!. Hay un dicho muy explicativo
para mis siguientes kilómetros (cuesta abajo hasta la mierda corre) así que
tiro de zancada, y adelanto a mucha gente bajando en plan kamikaze. Lo malo es
el viento de cara. Cada vez es más fuerte. Los corredores nos agrupamos como
podemos. La torre de Santo Domingo parece correr a la vez que nosotros, porque
aparentemente siempre está a la misma distancia. Este llaneo que podía haber
sido gozoso, se hace muy pesado. Los alrededores del pueblo, no mejoran esa
sensación. Además el asfalto martillea mis piernas. No me gusta el asfalto,
quiero barroooooooo.
Y entonces si, ..!último
kilómetro!. Nos metemos en la calle estrecha que lleva a la catedral. La gente
se apiña alrededor. Chillos. Veo sombras de caras y no reconozco ninguna.
Sonrío a pesar de ello. ¡Lo estoy haciendo ¡.!Lo voy a lograr!. Un poco más, un
poco más. Llegamos a la esquina y doblamos hacia la derecha. ¡Enfilamos la
misma línea de llegada de esta mañana!. La gente aplaude, veo a Sandra y a
Marta, saludo al pasar, joder.., ¡me estoy emocionando!
Aguanta un poco, no des la nota
que aqui te echaban fotos, un poco mas,….
toooomaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!! 1:51:02 por mi reloj. Algo mas
en la medición de la carrera.
Al llegar veo a mi padre. Ese
abrazo me sabe a gloria. Veo su alegría, y no consigo contener la mía. Estoy
desbordado. Nos sacan una foto para el periódico.
Me alejo por unos momentos, ya
que hay que salir por un laberinto de vallas que ha puesto la organización para
proteger las mochilas de los corredores. Las piernas me flojean, pero creo que
es sobretodo por la emoción.
Soy como Leonardo di Caprio en la
proa del Titanic, soy Simba encima de la roca de la sabanaaa, … La sonrisa de
idiota me llega a los hombros!