martes, 5 de febrero de 2019

Improvisación bajo cero

3 de febrero

¡¡Que viene Helena!! ¡¡Que viene Helena!!... y Helena vino y dejó todo más frío que una expresión de alegría de Induráin. Menuda la que nos ha liado la borrasca de las narices. Los únicos contentos, los pingüinos. Porque con estas temperaturas, seguro que ya los hay. Y por poco, no los vimos.


Frente a la ruta de fogueo de la semana anterior, tocaba resarcirse. Nescu, esta vez no ha querido ni aparecer. A cabezonería no hay quien me gane, así que si la pasada semana nos venció la vinagrera, esta vez no iba a poder con nosotros. Cierto es, aunque quizás tiramos la toalla antes de llegar a ella incluso 😂. Como he dicho, frío es poco. En el aparcamiento, casi 5 bajo cero... Madre mía. ¿Qué haría en lo alto del puerto? Berme y Eska, por fin asoman el ombligo. Meses hacía que no los veíamos y buena ruta de inicio de año iban a tener. Malaika se une a la expedición. Toda una montañera consagrada, que de aquí en adelante ya nos dejará a más de uno con la lengua fuera en cuanto el camino se ponga pino. 





En esta ocasión, empezamos ya con nieve desde el aparcamiento. Esta Helena... Apenas hemos calentado cuando nos encontramos con el OBSTÁCULO de la jornada. El arroyuelo de la semana pasada (podéis mirar las fotos de la anterior crónica), se ha convertido en una torrentera que no hay forma de vadear. Las piedras por las que pasamos, ni se ven. Todas tapadas por agua. O te descalzas, o no pasas. He de decir que el agua estaba "caliente" comparado con lo que había fuera. 1 ó 2 grados. Pero es que fuera estábamos que se nos congelaban las pestañas. La verdad es que no fue una opción lo de descalzarnos. Además, te jugabas que con esa corriente aparecieras braceando en la costa de los USA. No hay pasos alternativos... En este momento se viene a la cabeza la obra de Charles Darwin. Las especies que se adaptan al medio, son aquellas que sobreviven... ¡Y menudo cambio! ¡Qué manera de evolucionar! Hemos ido un paso más allá... el Homo Hambrientus. Mirando el GPS decidimos seguir una pista sin huellas. De esas zonas por las que nunca pasa nadie... Adaptación pura y dura. ¡Menudo acierto!. 








El desnivel había que subirlo, eso sí. Por aquí tampoco hay escaleras mecánicas. El paisaje, espectacular. No volvimos a encontrarnos con nadie hasta llegar al puerto de la Fuenfría. Lo único que vimos fueron unos corzos, que al vernos salieron escopetados. Normal. Yo también lo haría 😂. Sólo hay que imaginarse la estampa. Cinco personas que acaban de subir una cuesta, rojos, sudados y con unos velones hasta las rodillas... Pobres bichos... También los corzos... La zona era de película. Daba pena hasta dejar las huellas en la nieve. Los árboles estaban espectaculares. Y vuelvo a repetir...sin gente. Mientras el puerto de Navacerrada seguro que estaba hasta la bandera de gente que merece la extinción, nosotros estábamos de lujo. Como en otro mundo. A estas alturas de la ruta, el móvil ya me marcaba 9 bajo cero. Llega un momento que ya ni sientes ni padeces...😂.











¿Y en la Fuenfria? Pues hizo honor a su nombre. ¡Qué viento y qué frío! La segunda vez que en todas las salidas me cubro la nariz con la braga. A medida que comenzamos a descender, el viento fue amainando y de nuevo un paisaje de lujo. Sin palabras. Lo único que oíamos era el rechinar de las botas al pisar la nieve. Toda una experiencia. Segundo regalo del invierno para nuestros ojos después del de Valsaín. 












Para disfrutarlo tranquilamente, hacemos una pequeña parada en las ruinas de la casa Eraso. Chabola que se construyó Felipe II para amenizar sus viajes a la Granja. Elegía mal los sitios el monarca... Seguíamos embobados con todo lo visto a nuestro alrededor. Al llegar a la fuente de la Reina, nos desviamos para continuar la bajada hacia el coche. Todo un acierto el improvisar. Que regusto y qué sonrisa al acabar la ruta. Menudo día... Y como dicen los grandes reposteros, me encanta que los flanes salgan bien. ¡¡Nos vemos!!














MAVERICK