viernes, 1 de noviembre de 2019

Del veroño hasta el...¿moño?

26 de octubre


¡¡Esto no acaba nunca!! Cuando no es el verano, es un veranillo de San Miguel de tres semanas, cuando no el veroño ¿Pero qué pasa con el frío? Que venga ya de una santa vez. Los pobres árboles no saben que hacer, si sacar la ropa de invierno o seguir con la de verano. Si ya estábamos un poco apretados de tiempo para poder ver los bosques de hoja caduca en apenas un mes, ahora esto se va a reducir a 15 días. Directamente las hojas verdes se van a caer al suelo ante la llegada repentina del frío de verdad. ¡¡Me están robando el otoño!!


Después de esta breve pataleta como consecuencia de la falta de frío y agua en estas fechas... (Sí sí, agua. Que aunque veáis llover, son cuatro gotas y no reponen ni de lejos lo que tenía que haber llovido.), vamos al meollo del asunto. Como año impar que se precie, tocaba ver hayas, o como dicen los paletos, "haigas". Corramos un tupido velo después del chistaco...La visita la volvimos a hacer a ese pequeño tesoro que tenemos en la sierra del Rincón, el hayedo de la Pedrosa. ¿Os acordáis de la ruta de inoxidables que hicimos? Pues a algun@s no se les va a olvidar en la vida. ¡¡Qué fantástica noticia!! Que te recuerden para siempre. Lo bueno de repetir rutas de vez en cuando es que puedes ver cada sitio de manera diferente, obvio, ¿no? 😂. La primera vez que visitamos la zona allá por 2015, no quedaba ni una hoja en las hayas. 2017 quizá fue el más espectacular, con la niebla y la lluvia que le dieron un toque de película. Este año hemos encontrado la zona más verde de la cuenta. Aún no ha habido la explosión de colores de la última vez, y no precisamente en el hayedo, sino en el robledal, que con los calores los robles se encuentran perezosos y no hay forma de que empiecen a sacar la ropa de frío del armario. Sin embargo, a pesar de esto, he de decir que la ruta ha sido espectacular. Las vistas desde las alturas han sido increíbles y qué decir de las de dentro del hayedo.



De nuevo Miguel y Virginia se unen a la expedición. Eligen las rutas más durillas. Parece que les va la marcha. Eska es baja de última hora. Prefiere quedarse en casa a ver una reposición matinal de Sálvame. Para lo que hemos quedado... Al igual que en la anterior ruta, unos 20 km y 1000 m de desnivel, toda una delicia para las patas.




Lo que sí nos deja un poco sorprendidos es la cantidad de gente que nos encontramos en el pueblo de Riofrío de Riaza. ¡Que originales somos! ¡Todos al mismo sitio! 😂 Sin embargo, en la primera parte de la ruta no encontramos a nadie. Debieron juntarse después todos, pero todos, todos. Yo creo que no quedó nadie en ninguno de los pueblos de la zona. Faltaban las carretas para que aquello fuera la peregrinación al Rocío. Pero no adelantemos acontecimientos.





Al comienzo, quizá nos encontramos un poco desilusionados. La explosión de colores que esperábamos encontrar, no está por ningún lado. Sin embargo, a medida que nos adentramos en el robledal, la ruta va subiendo en interés. Nos llama la atención la gran cantidad de setas a pesar de apenas haber caído agua. En cuestión de poco tiempo nos encontramos en la pradera desde la que se ve la estación de la Pinilla, a la que todavía le hace falta mucha nieve para estar en una situación más que aceptable. Para consternación para algunos miembros del grupo, hay que continuar subiendo. Eso sí, mejor ahora que al final.










A medida que subimos podemos disfrutar de las vistas que en la anterior ocasión no pudimos. Bastante tuvimos con mantenernos en el sendero y no morir ahogados. Al alcanzar la pista que separa las provincias de Guadalajara y Segovia es cuando empieza la romería. Nos pasaban como aviones. Gente de más de 60 años nos quitaban las pegatinas. ¡¡El dopaje se ha extendido al palillismo!! Y el puerto de la Quesera... hasta un autobús había. Qué diferencia con esas rutas en las que como mucho te encuentras a uno o dos despistados. A partir de aquí sólo quedaba disfrutar.










La zona del hayedo estaba espectacular. Y aquí por fin, pudimos disfrutar de un poco más de tranquilidad. A pesar de no encontrarse en su esplendor, el contraste de los verdes, rojos y amarillos era impresionante. Con nosotros andando, parecíamos en conjunto un semáforo. La parte buena de que hiciera calor, es que los resbalones apenas existieron. El paisaje se ve de otra manera comparada cuando tu vida no está en juego. Puedes venir 100 veces, que cada vez encontrarás el hayedo de un aspecto diferente y no te cansarás. ¡Qué lujo tenemos al lado de casa! Lástima que sea tan pequeño. 






















A la salida del hayedo, algunos llegamos ya con el piloto automático activado. La vuelta al pueblo, cuesta abajo y con buen camino, hace que sea uno de los regresos más rápidos que hayamos hecho en la vida. ¡¡A fuego!! Madre mía, parecía que nos habían metido una guindilla por el ojarasco. Por eso siempre digo, que todo el desnivel positivo, al principio de la ruta. El regreso tiene que ser de bajada.



















La vuelta de la ruta se hace de nuevo por un robledal, salpicado en las zonas más altas, con alguna otra haya descarriada. Para mí esta zona es quizá más espectacular que el propio hayedo. En esta zona, en la anterior ocasión nos encontramos unos sapetes,que esta vez con el calor que hacía, seguramente estaban bajo tierra bien a gusto.












Durante el regreso, sólo un pensamiento perturba la actividad del piloto automático y se va colando poco a poco como un mensaje subliminal: chocolateeeee. Soplan vientos de cambio en el grupo y ahora la tradición ya no es sólo acabar en el bar. Si podemos añadir una visita a la pastelería del pueblo, mucho mejor. ¡¿Donde va a parar?!. Estamos mutando o evolucionando. No sé donde nos llevará este cambio. ¿Será por el veroño?



MAVERICK