"Don Quijote soy, y mi profesión la de andante de caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y de la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso de tonto y mentecato?..."
Como bien dijo el gran escritor Miguel de Cervantes en su obra maestra "El Quijote", en esta mañana íbamos a buscar la gloria entre cañones y trialeras. ¿Somo tontos o mentecatos? ¡Somos Hambrientos!.
La ruta de hoy es de esas que no se olvidan. La haces una vez tras otra y siempre querrás repetir, acabando con una sonrisa de oreja a oreja. Dura, eso sí, pero increíble.
Nos citamos tres Hambrientos en el aparcamiento del Parque de los Cerros, situado en la Ciudad Complutense, cuna de uno de los mejores escritores de todos los tiempo. Manco, pero maestro de la pluma.
Los caballeros andantes en esta ocasión son Golfo, Sarraceno y Maverick. Los primero kilómetros se hacen llevaderos. Terreno ancho y rodador. Aprovechamos para hablar y calentar las piernas. Tanta cháchara hace que nos demos de bruces con uno de los gigantes de la zona. En esta ocasión no son molinos sino rampas que pondrían los pelos de punta al mismo Don Quijote. Aquí se empieza a ver lo que será la tónica de la mañana. Un golfo que no hay quien le siga y dos compañeros intentando sobrevivir en cuanto el camino se empina.
Ese Golfo, caballero andante, montado en su Rocinante de dos ruedas, lanza en ristre, sin saberlo va derecho a darse de bruces con el gigante. En medio del fragor de la batalla se oye: ¡Que no es por ahí! ¡Que nos hemos equivocado!. A deshacer el camino toca. Bajamos la dura rampa y se repite la misma historia. En lo alto del nuevo gigante se vuelve a oir: ¡Que nos hemos vuelto a equivocar!. Hoy la enterprise ha perdido facultades. No hay sitio para moderneces en tiempos del medievo.
Cuando por fin enlazamos la senda buena, nos mete de lleno en una de las zonas más espectaculares de la ruta. Un cañón que hace la delicia de los caballeros.
Desde arriba, la ruta nos regala una panorámica espectacular del valle del Henares.
Nos lanzamos en un vertiginoso descenso hacia Anchuelo, donde paramos en un abrevadero ya que las monturas están sedientas.
No sabíamos lo que nos esperaba después. El mayor gigante de todos. Aquí fue donde Sarraceno dijo que él no iba a ser menos. Que no había nacido para ser un Sancho Panza, y dispuesto se lanzó a derrotar al gigante.
El destino nos llevó de nuevo a entrar en el cañón, pero esta vez dirigiendo nuestras monturas hacia Alcalá de Henares. A la vista de una pared vertical, Sarraceno no se puede contener. Le brillan los ojos. A ella se agarra como si de una salamanquesa se tratara. La cabra siempre tira al monte...
Llegamos finalmente al aparcamiento, después de una estupenda mañana de batallas y aventuras. Ahora nos tocaba rescatar a nuestra Dulcinea, sólo que esta era rubia, espumosa y estaba muy fresquita...
MAVERICK
Como bien dijo el gran escritor Miguel de Cervantes en su obra maestra "El Quijote", en esta mañana íbamos a buscar la gloria entre cañones y trialeras. ¿Somo tontos o mentecatos? ¡Somos Hambrientos!.
La ruta de hoy es de esas que no se olvidan. La haces una vez tras otra y siempre querrás repetir, acabando con una sonrisa de oreja a oreja. Dura, eso sí, pero increíble.
Nos citamos tres Hambrientos en el aparcamiento del Parque de los Cerros, situado en la Ciudad Complutense, cuna de uno de los mejores escritores de todos los tiempo. Manco, pero maestro de la pluma.
Los caballeros andantes en esta ocasión son Golfo, Sarraceno y Maverick. Los primero kilómetros se hacen llevaderos. Terreno ancho y rodador. Aprovechamos para hablar y calentar las piernas. Tanta cháchara hace que nos demos de bruces con uno de los gigantes de la zona. En esta ocasión no son molinos sino rampas que pondrían los pelos de punta al mismo Don Quijote. Aquí se empieza a ver lo que será la tónica de la mañana. Un golfo que no hay quien le siga y dos compañeros intentando sobrevivir en cuanto el camino se empina.
Cuando por fin enlazamos la senda buena, nos mete de lleno en una de las zonas más espectaculares de la ruta. Un cañón que hace la delicia de los caballeros.
Toca volver a subir. Lentos, con calma, asfixiados Sarraceno y Maverick. ¡Maldita alergia!. Los pulmones no dan para más. Pero esas minucias de escuderos no van con Golfo. El sigue venciendo gigantes. Uno tras otro.
Desde arriba, la ruta nos regala una panorámica espectacular del valle del Henares.
Nos lanzamos en un vertiginoso descenso hacia Anchuelo, donde paramos en un abrevadero ya que las monturas están sedientas.
La ruta, algo dura, empezaba a hacer estragos. Sarraceno, herido en el último combate, tuvo que parar a recuperar sus piernas magulladas por el gigante de Anchuelo.
El destino nos llevó de nuevo a entrar en el cañón, pero esta vez dirigiendo nuestras monturas hacia Alcalá de Henares. A la vista de una pared vertical, Sarraceno no se puede contener. Le brillan los ojos. A ella se agarra como si de una salamanquesa se tratara. La cabra siempre tira al monte...
MAVERICK