Son las 9:30 y me comunican que me vaya preparando, que se
dirigen al lugar de encuentro. Estoy muy nervioso, ya que llevo mucho tiempo
sin montar y espero aguantar el ritmo que Maverick suele infligir en ruta. Aun
así, he avisado de que si me ven muy atrás, me esperen en la cima de cada
repecho… Voy calentando piernas por la zona donde hemos quedado. Milhouse y Maverick vienen montando desde Alcorcón y no tengo ganas de quedarme
con calambres nada más empezar. Saludo a mis compañeros con gran alegría. Hacía
mucho tiempo que no quedábamos y se echa en falta al resto del pelotón.
El
cielo está despejado, pero hay mucho viento, y hace desconfiar de la
temperatura que nos podemos encontrar. Maverick y yo, vamos con toda la ropa posible
para no pasar ni un poquito de frío, mientras Milhouse, se lleva sus pantalones
cortos como desafiando a cualquier tipo de climatología. Nos ponemos en marcha en una zona de Móstoles cerca de mi
casa. Pedaleamos suavemente mientras subimos por una avenida y nos ponemos un
poco al día de nuestras cosas y de la ruta que vamos a hacer. Cogemos un poco
de tierra, pasamos la zona deportiva de “El Soto” y vemos a muchos deportistas
de distintas disciplinas querer pasar un buen día. Terminamos de cruzar la zona
y pedaleamos por un camino con una ligera pendiente que nos facilita el ritmo.
Sin darnos cuenta, hemos llegado al “Puente de Hierro” que cruza el río
Guadarrama, pero no vamos a cruzar el puente, sino que cogeremos un camino en
el que iremos bordeando el río.
Al empezar el camino, vemos con admiración la
belleza del lugar, de colores vivos y se respira cierta calma en el lugar.
Entonces te das cuenta de que en el deporte, no todo es sufrir. Vamos
desfilando, Maverick sugiere que mantengamos una distancia de seguridad ya que
hay sitios estrechos y no quiere que suframos ningún tipo de accidente. Se
agradece que en esa zona estemos protegidos del viento. Dejamos el río a
nuestra izquierda. Pedaleamos tranquilamente disfrutando del ambiente hasta que
pasamos una zona un poco estrecha y sucede lo primero que tiene que suceder, y
entonces nos dice Maverick “adelantaros vosotros que yo no me la juego a caerme
al río”. Milhouse y yo nos miramos con cara sonriente ya que sabemos que
Maverick es de caminos anchos y no estrechos. Al rato, sucede lo segundo que
tiene que suceder, y volvemos a escuchar a Maverick “espera un momento que no
veo bien el móvil y no se por donde hay que ir”, esto también es algo habitual
en nuestras andadas por lo desconocido. Seguimos bordeando el rio, tenemos
alguna subida, un poco trial, la ruta está gustando mucho. De repente topamos
un grupo de aventureros de unos 50 años de edad, que están intentando ir a
alguna parte que desconocen, y después de hablar un ratejo con ellos y refrescarnos,
empiezan las subiditas.
Empezamos a pedalear, se escucha como empezamos a bajar
plato y subir piñones, notamos las cadenas tensas, pero sobre todo, notamos lo
más importante y es que esos sonidos no paran. Nadie se da por vencido y
salvamos el primer repecho, pero aun quedan más subidas. Vemos carteles que
indican que en la zona hay enjambres de abejas y uno piensa en la rica miel. Al
terminar la subida, se nota como los músculos de las piernas me están regañando
por la baja forma en la que se encuentran, pero afortunadamente el ánimo no
decae. Nos metemos por un pequeño bosque donde al cruzarlo, terminamos en
paralelo a la carretera M-501.
En este
tramo hay un par de zonas con fuertes bajadas y subidas, la mejor forma de
pasar sería cogiendo impulso en la bajada para ayudarse en la subida. Pero
Milhouse y Maverick a diferencia de mí, prefieren no coger demasiado impulso
con lo que conlleva que tengan que hacer un mayor esfuerzo (como se nota quien
está en forma y quien hace lo posible para sufrir poco). Cruzamos la carretera
y pasamos por un parque donde se ven bastantes “domingueros” disfrutar de la
familia. Nos encontramos ya en el término municipal de Villaviciosa de Odón, la
zona es un tanto peculiar, nos asombra ver grandes casas de diferentes formas y
estilos, pero casas muy grandes. Antes de coger una recta larga para tomar
descanso, pasamos al lado de un campus universitario con su correspondiente
estanque gigante, y a uno se le pasa por la cabeza la cantidad de dinero que
tienen que tener en este sitio. Por fin, hemos llegado a la zona de descanso,
llevamos más de la mitad del recorrido, hace calor y no quiero mostrar signos
de cansancio ni de dolor para que vean que primero uno es Hambriento y luego
Espartano.
Después de nuestro merecido descanso, reanudamos la marcha
pendiente abajo, cruzamos la carretera M-506 y de nuevo otra subida corta.
Menos mal que habíamos descansado, y las piernas se resienten poco. Avistamos
otra zona de Villaviciosa de Odón, nos dirigimos hacia ella y vemos entre altos
árboles, su famoso castillo de piedra. De nuevo salimos campo a través y se
nota que ya no estamos cubiertos por la senda del río, un viento no fuerte pero
constante frena nuestro avance hacia la recta final del recorrido. Vamos
circulando ya cerca de Alcorcón cuando una carretera se interpone en nuestro camino. La mejor solución es cruzar rezando que no seamos atropellados. Una vez
pasado el peligro entramos en Alcorcón, circulamos por sus calles hasta llegar
al polideportivo, cruzar por un parque y por fin, llegamos a nuestra área de
descanso.
Nos tomamos unas cervecitas bien fresquitas y comentamos la ruta, que a todos nos ha gustado. Sólo se echan en falta un par de cosas, el resto de compañeros y que los tres consiguiéramos salir ilesos. Y aquí jugó un papel muy importante el azar de la vida, que se rió un poco de mí, porque justo cuando nos disponíamos a salir para dirigirnos a nuestras casas, resulta que tenía la rueda pinchada, y eso supuso un poco de cachondeo (justo y necesario) y un tiempo extra en la ruta.
De camino a casa, me sentía satisfecho por conocer una nueva ruta y por falta de costumbre, un gran dolor de culo.
GOLFO