Domingo 19 de julio
Padre de los Pirineos y alma del Tour de
Francia. Juez y dictador de hundimientos y leyendas.
Desde pequeño he sentido una gran pasión
por las dos ruedas. Viendo todas las carreras que ponían por televisión,
pintando y jugando horas y horas con mis chapas en el parque o el pasillo de
casa. Era Indurain, Lemond, Chiapucci, Bugno, Zulle, Jalabert... Un sueño el
imaginarme entre los grandes pedaleando, abriendose un pasillo humano al subir
los puertos mas míticos del tour. ¿Y por qué no hacer realidad una parte de ese
sueño? Evidentemente no paso de globero y no podré competir con ninguno de los
grandes del ciclismo actual, pero subir un coloso, es otra cosa.
Estaba claro que tenía que entrenar duro
así que me puse manos a la obra. Desde el mes de febrero día sí y día también
rodillo y mas rodillo. Por esas fechas me tuve que retirar lleno de calambres
de una marcha de 40 km cuando sólo llevaba hechos 20. Estado de forma
lamentable.
En el mes de junio se fue dando forma al
viaje de Pirineos, y Javich_GP y yo comenzamos a coger forma en los puertos de
la sierra madrileña. Una semana antes del viaje surgen las dudas de si se
podrá conseguir o no. Pero no hay mejor manera que probar allí.
Salimos del hotel rumbo a Campán.
Decidimos hacer la subida por esta cara ya que a pesar de ser algo más corta,
parece ser la más dura, sobre todo en sus km finales. Esta vertiente es la que
se subió en el tour de Francia de este año, tan solo unos días antes.
Nada más
salir comienza una lluvia fina, muy molesta. A lo lejos se ven las montañas
cubiertas de niebla. Al aproximarnos a la ciudad de Loucrup, aparece el primer
repecho al 7-8% para ir calentando las piernas.
A partir de
aquí comienzan los pueblos que todo buen amante del
ciclismo tiene grabados a fuego en su cabeza. Bagneres de Bigorre, Campan,
Sainte Marie de Campan... Comento con Javich_GP que la bici no tira, que parece
que se pega al asfalto. Miro el GPS y en menos de 30 Kms ya llevábamos 500 m de
desnivel acumulado. Lo que parecía llano, en realidad era una subida que no
parecía tal. Cada uno de los pueblos por los que pasamos son a cada cual más
bonito. Se respira ciclismo en todos los rincones. Estatuas de ciclistas y bicicletas
por todos lados.
Al llegar a
la localidad de Gripp, comienzan las verdaderas rampas del puerto. En un
principio se va haciendo muy llevadero a pesar de los porcentajes. Las piernas
están frescas y de momento responden. En cada km hay instalado un hito en el
que se indica los km que quedan a cima y el porcentaje medio de cada km. ¿Para animar o para comerte la moral? Desde Gripp, aún quedan
unos 12 km y el porcentaje medio no bajará del 8%.
De momento la ascensión transcurre sin
complicaciones. Vamos los dos juntos. Tranquilos, sabiendo que aún queda
bastante terreno por delante. Durante la aproximación a Campan apenas vimos
ciclistas en nuestra dirección, sin embargo en la ascensión empiezan a salir
como setas.
Una vez
pasadas las viseras, se llega a la estación de esquí de la Mongie. El porcentaje sigue sin bajar del 8,5 %. Cuando
desaparecen los edificios, se puede ver todo lo que queda. Esto es
desmoralizante. Puedes ver como zigzaguea la carretera por la ladera de la
montaña como queriéndose reir de uno mismo. Algo más de 3 km todavía. Muy duro.
Rampas del 13% después de toda la tralla que llevan las piernas. Se nota la
fatiga, más aún cuando estamos cerca de los 2000 m de altitud. Sigo pedalada a
pedalada. Me vacío el bidón en la cabeza. Qué calor. Una vez atravesadas las nubes, el sol calienta con
todas las de la ley. Cada vez es más difícil leer el GPS, lleno de las gotas de
sudor que me caen de la cara. De vez en cuando miro para atrás a ver si viene
mi compañero de fatigas, pero no lo logro ver. Por fin, cartel de último km. Para mayor crueldad, el km con mayor porcentaje de
toda la ascensión. Una media del 10% con rampas del 13%. Pero está ahí, al alcance de los dedos. Al alcance un simple globero de
la Costa Marrón. Me pongo de pie en la bici para impulsarme, pero apenas avanzo.
Decido sentarme y tirar de riñones. No hay gloria sin sufrimiento. Este último km dura toda una vida. Entro en la zona de coches. Ya
queda menos. Veo el giro a la izquierda. Esto está hecho. Tomo la curva y de repente veo la cima. La respiración
a mil. Giro la cabeza y ahí está. La estatua de
Octave Lapize en la cima. De repente todo cambia. Las piernas ya no duelen. Lo
conseguí!!! Rompo a llorar. No sé explicar
por qué. Es un cúmulo de emociones que solo lo entendería aquel que ve un sueño
cumplido después de un gran esfuerzo. Me siento en el borde de la carretera
ante la inmensidad de todo aquello y lloro como un niño pequeño. Es algo
emocionante. Los pelos de punta. Algo increíble. Desde niño pensando en coronar
este coloso pirenaico, y allí estaba. Ya
no había fatiga, no había cansancio. Todo se veía iluminado. No hay palabras
para describirlo.
Comenzaban ahora más de 20 km bajada.
Bajada tranquila, con buena carretera. Lástima que el aire de cara nos frenara.
Por esta vertiente volvemos a pasar por zonas míticas: Estación de
esquí de Super Bareges, Bareges, Luz Saint Sauveur (Aquí comienza Luz
Ardiden)… Prácticamente todo bajada hasta la localidad de Argeles-Gazost.
Aquí tomamos un carril bici, que al contrario que el de Colmenar, va por
medio del campo. Totalmente apartado de la carretera, lo que nos hace evitar
tragar humo. Este carril es una vía verde de unos 25 km. Totalmente llano.
Rodamos despacio porque ya se nota el cansancio. Finalmente llegamos a Lourdes,
punto de inicio y final de nuestra etapa. Al final 101 km y un desnivel acumulado
de 2.350 m.
Esta ruta, como ya he comentado antes, tiene un gran significado para mí. Desde febrero he tenido que sacrificar rutas de MTB con mis grandes amigos de MTB Polvoranca por entrenar con la flaca. Por ello he querido hacer esta ruta enfundado con nuestros colores. Ahí quedará para siempre mi foto en la cima del Tourmalet con los colores oficiales de la Costa Marrón.
Mención especial a Javich_GP por acompañarme en esta aventura. Sabes que tienes y siempre tendrás mi admiración. El tío más grande. Al igual que todos los Hambrientos, que sin ellos, seguramente no hubiera podido marcarme esta semana deportiva. Desde hace un par de años que comenzamos nuestra andadura, hemos ido evolucionando poco a poco y cada vez a más. Ascensiones a los picos más altos altos de España, marchas cicloturistas reventadoras, medias maratones… No hay techo amigos.
Sin embargo esta ascensión va dedicada a un gran amigo que esta vez no pudo estar aquí, en el Tourmalet, y que deseaba, incluso más que yo el poder subirlo. Un gran Hambriento y una excelente persona que nos acompañó al final de la aventura pirenaica. Podencus esto va por ti!!! Como ya te he dicho, el día que decidas subirlo estaré ahí contigo, compartiendo pedaladas.