Cuando un sábado a las 6.45 de la
mañana suena el despertador porque has quedado con alguno de los Hambrientos,
el madrugón merece la pena seguro, aunque a veces se tuerzan las cosas como ya
vimos en nuestra última aventura.
Para hoy, Sarraceno nos ha
preparado una ruta, que a priori tiene muy pero que buena pinta: la ascensión al
Yelmo desde Canto Cochino y por la vía Valentina. Y como buen pedricero en que
se ha convertido este riojano, la ruta incluye subir por el Barranco o Hueco de
la Hoces, que muchos madrileños no tenemos ni idea de que existe.
Así que a las 8 de la mañana nos
reunimos los cinco integrantes de la expedición en Tres Olivos: Beemaya, Kibuko y
Sarraceno junto con sus compañeros inseparables, Truco y Meiga, que se han convertido
ya en un clásico en nuestras escapadas a la Pedriza.
El programa es muy ajustado,
porque Beemaya tiene que volver a las 14.30 a Madrid, así que salimos
rápidamente. Según nos vamos acercando a Soto del Real, vemos con ilusión
nuestro objetivo de hoy: el Yelmo, sobre el que ya reflejan los primeros rayos
del amanecer. Truco ya empieza a oler la Pedriza y está más nervioso que
nosotros, y es que hoy es su gran día tras toda la semana en la ciudad.
Ya en Canto Cochino, nos
abrigamos y empezamos a subir. Aquí sí se nota algo el invierno, pero nada que
ver con el frío que haría si de verdad se hubiera acercado el invierno… Como
decía, empezamos la subida buscando el Barranco de las Hoces. Vamos
tranquilamente charlando poniéndonos al día, mientras sin darnos cuenta y
gracias a la pendiente, va subiendo nuestra temperatura corporal y va sobrando
ropa, que nos vamos quitando. Rápidamente, Beemaya y Sarraceno toman la
delantera y yo me voy quedando un poco atrás. A todo esto, Truco y Meiga son
como balas que van pasando a nuestro lado sin que apenas nos demos cuenta. Yo
me voy quedando absorto en mis pensamientos, vienen a mi mente las montañas
alcanzadas el año pasado: Monte Perdido, Almanzor y sobre todo el Toubkal. Y
las ganas que tengo de que el ritmo no pare y haya muchas más.
Los pasos estrechos entre la
vegetación y las rocas que hay que escalar para seguir adelante me devuelven a
la realidad. La verdad es que merece mucho la pena subir por este barranco.
Entre las pequeñas escaladas, las vistas y los pasos estrechos entre la
vegetación. Tras 1h y media llegamos a la pradera del Yelmo y como el tiempo es
tan ajustado, nos calzamos los “gatitos” y el arnés, preparamos las cuerdas,
nos atamos, Sarraceno nos da una serie de indicaciones y comenzamos la vía Valentina,
¡la gran aventura del día!
Sarraceno comienza el primero y
después vamos subiendo por turnos Beemaya y yo a la voz de ¡cuerda morada!,
¡cuerda roja! Como siempre, cuando se trata de “escalar” en la Pedriza hay que
tirar de “fe” y creerse que los “gatitos” te van a sujetar a la roca. Esa es la
parte mental más complicada y que cuesta conseguirla unos pasos, pero una vez
que te lo crees, está todo hecho. Y así se va repitiendo la subida por tramos,
no sin dificultades que nos vamos creando nosotros mismos con nudos imposibles
de deshacer entre las cuerdas. Aquí cada uno sube a su manera, Beemaya no
levanta la cabeza hasta que no llega junto a Sarraceno y se siente segura y yo,
aplicando la técnica bautizada por Sarraceno como técnica Kibuko, voy subiendo
admirando las vistas y dando pasos lentos (para que a Sarraceno le dé tiempo a
recoger la cuerda). La subida merece mucho la pena, es una gozada disfrutar de
un sábado como este con las vistas de la pedriza y de la cuerda larga.
Tras casi un par de horas, en las
que el programa se nos va de las manos, llegamos a la antecima del Yelmo. Aquí
nos quitamos los “gatitos” y demás material de escalada, y sin darnos cuenta nos
envuelve una niebla helada que nos deja las manos y alguna cosa más cómo
témpanos de hielo. Sin más dilación subimos a la cima corriendo y nos hacemos
la foto de rigor. ¡Objetivo conseguido!
Y Empezamos a bajar corriendo que
no queremos repetir la bajada granizando como en Monte Perdido y, además, ya
vamos retrasados con respecto al programa. En la “Gran Grieta” tenemos que
esperar a que suban unos excursionistas, porque de grande no tiene nada y
apenas cabe una persona. ¡Menos mal que estamos en forma! porque con una
barriguita cervecera, nos hubiéramos quedado ahí arriba…
Una vez en la pradera de nuevo
recogemos a nuestros amigos Truco y Meiga y nos lanzamos en busca de Canto
Cochino donde nos espera el coche y la vuelta a la gran ciudad. Pero claro, uno
se despista un momento y se ve bajando por dónde no era y cuando te quieres dar
cuenta estás encima de un risco del que no sabes bajar. No llegamos a estar
encima del risco, pero sí nos hemos perdido y nos cuesta encontrar el camino
bueno un buen rato. ¡Ojo con la pedriza que tiene estas cosas!
Sin más sobresaltos, salvo algún
excursionista un poco borde, llegamos a Canto Cochino, disfrutando de la bajada
y charlando. Y ahora si… ¡objetivo conseguido! Nos queda un viajecito en coche,
una buena cerveza y una hamburguesa para acompañar, que hay que recuperar
fuerzas. En definitiva, esta vez sí, ¡ha merecido la pena el madrugón!
¡HASTA LA PRÓXIMA!
KIBUKO