miércoles, 1 de marzo de 2017

En tierras del rey de Patones

Domingo 26 de Febrero


No acabamos una ruta y empezamos la siguiente. Esto es un no parar. Vamos a acabar con la geografía madrileña y de alrededores en un abrir y cerrar de ojos. En esta ocasión toca moverse por tierras de antiguas monarquías, que llegaron a rivalizar con emperadores y reyes austríacos y borbones. Las tierras del rey de Patones, cuya figura se remonta a la presencia visigoda en la península, hasta que a mediados del siglo XVIII, Carlos III, decidió acabar con ella de un plumazo. Qué mala es la envidia...

Esta zona destaca también por la maravilla de ingeniería creada durante el siglo XIX para satisfacer de agua las necesidades de la capital, el canal de Isabel II. Creo que lo único medio decente que hizo la susodicha, y a punto estuvo de ser un fiasco total. El embalse en el que se acumulaba el agua, el Pontón de la Oliva, se vaciaba porque el agua se filtraba por la roca caliza. ¡Cuánta mente pensante en aquel tiempo!.

Después de esta pequeña introducción, vamos al meollo del asunto. El aparcamiento del Pontón de la Oliva está atestado de coches. ¿Pero la gente no se había ido a la nieve?  La ruta parte de la presa y en una primera parte, alcanza y bordea las cárcavas más conocidas de la zona. Entre éstas y las del Bujarrón, tenemos cárcavas para rato.






Sin apenas darnos cuenta, nos vemos metidos dentro de una muchedumbre escandalosa. Pero escandalosa de narices. ¡¡Eso es disfrutar de la naturaleza!! La verdad es que no sé muy bien donde pensaban ir, porque alguna llevaba las polainas puestas a pesar del calor. ¿Sería para que escurriera el sudor y no le manchara el pantalón? En fin... Lo más cerca que están de callarse es cuando el sendero se inclina más de la cuenta. Belice y Eska ni se enteran de la pendiente. Van a piñón. Habla que te habla. Berme, Mirindas y yo, vamos que se nos salen los ojos y los pulmones del cuerpo. ¡¡Y venga a sudar!! Pobrecilla la de las polainas.




Alcanzamos las cárcavas después de cierto sufrimiento. Un pequeño avituallamiento para reponer energías y de vuelta a gastar suela. Mirindas no sé qué hace, que se le lían los pies en un palo y acaba con los huesos en el suelo. Pobre hombre. Luego dirá que le maltrato XD. Los escandalosos andan más perdidos que un pulpo en un garaje y alguno de ellos tira detrás de nosotros. Pobrecilla la de las polainas. ¿Cómo irá? 









Pasamos por unas colmenas con la esperanza de que espanten al grupo, pero ni con esas. Por suerte se quedan en un puente reagrupándose mientras apretamos el paso para dejarles atrás. A Mirindas hay que darle un toque de atención para que espabile, porque se queda embobado mirando como vuelan las grullas... ¡Qué romántico! Proseguimos por una pista ancha hasta llegar a un pequeño bosquete de pinos. No paro de escuchar: Tengo hambre, ¿cuándo comemos? Así que en una pequeña pradera al lado de un arroyo paramos para disfrutar del momento hambriento, acompañado, eso sí, de una pequeña siestecita.





















¡Qué agusto se está tirado en la hierba! Belice y Mirindas creo que llegan incluso a roncar. Nos despierta el bullicio de la marabunta, incluida la chica de las polainas. Intentamos quedarnos quietos para que no nos vean y así no se les ocurra venir a comer donde estamos nosotros.









Proseguimos la marcha hasta llegar a la presa de la Parra. Para cruzar el río tenemos que pasar por una pasarela que se tambalea un poco. Belice duda y pasa con un poco de miedito. Desde aquí sólo queda seguir el curso del río Lozoya hasta la presa del Pontón de la Oliva. El paisaje cambia completamente. Bosque de ribera con algún que otro pino plantado por uno de los miembros del grupo, al que Mirindas y Berme pillan in fraganti. No es la de las polainas. Qué mania tiene la gente de introducir especies ajenas en los ecosistemas XD.










La ruta se va haciendo larga. Mirindas pide un breve receso. Ya queda menos. Llevamos casi 20 km en las piernas y todos se están portando como unos campeones.















Por fin, a lo lejos se ve la presa del Pontón de la Oliva. En el otro lado del río, las paredes de caliza se llenan de escaladores, que al igual que nosotros han aprovechado el día para no parar quietos.










Como es costumbre en el grupo, una buena ruta no finaliza hasta que no se llega a un bar. Esta vez el hambre aprieta, así que bocatas y raciones de patatuelas duran un suspiro en la mesa. Ahora sí que podemos decir que hemos conquistado la zona. ¡Y sin polainas!






MAVERICK





6 comentarios:

  1. Qué mono tenía de ruta! Y esta estuvo genial! Impresionantes las cárcavas con preciosos contrastes y compañía insuperable! ;)

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  2. Lo mejor el bocadillo y las patatas 😋
    Me ha gustado la ruta, buenas vistas, contraste de paisaje, gran compañía, qué más se puede pedir? Con ganas de la próxima ruta 😃

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    1. Jajaja. Si si. Muy bonito todo pero a la hora de escribir, poca leche. Jaja. Para cuándo la siguiente?

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  3. eeyy!!! vaya, vaya, que buenos paisajes y que chulo todo, lo que menos me ha convencido son esos pedazo de 20 km que os metisteis entre pasito y pasito!! jejejeje, ¡que campeones que sois!! un abrazo a todos y a ver si me puedo apuntar a la proxima

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  4. Naaaaada, que fueron 20 kilometros que se hicieron prácticamente en llano. A mi me encantó, sobre todo la parte final, caminando por la rivera del Lozoya (Maverick, parece que ahora te oigo decir la rima...) ¡¡Fue un placer, amigos!!

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  5. Puedo decir que esta ruta me ha encantado. Han sido 20 km en un entorno impresionante. Al final le voy a ir cogiendo el gusto a eso del campo. A ver si en la próxima ruta podemos ser más Hambrientos.

    Por cierto, unos criamos la fama y otros cardan la lana: mucho tripero mucho tripero pero fueron otros los que se aplicaron los sendos bocatas y la patatuelas.

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