domingo, 22 de octubre de 2017

Inoxidables 2017. La tribu del palillo mojado

Sábado 21 de octubre


Como todo buen año que se precie, no podía faltar una ruta inoxidable. Al igual que pasó con la ruta anterior en la que atravesábamos la cresta de Los Claveles, la lluvia puede hacer que el día sea de lo más disfrutón o simplemente un coñazo de padre y muy señor mío. Y en estas rutas es cuando más metafísicos nos encontramos. ¿Qué hago yo aquí un sábado por la mañana pasando penurias? Si soy feliz, ¿por qué tengo que sufrir de esta manera? Con lo bien que estaba desayunando un chocolate con porras, ¿qué necesidad hay de esto?.

Por fin llega el otoño, o por lo menos se va acercando, tras multitud de rezos, imploraciones y cánticos. Hay que aprovechar el poco tiempo que nos regalan los bosques de hoja caduca para verlos en todo su esplendor. Nos decantamos por la zona de Riofrío de Riaza, y así volver a ver el robledal y el hayedo de La Pedrosa. En 2015 nos quedamos con las ganas. Lo pillamos demasiado tarde y todas las hojas estaban ya en el suelo. Este año nos adelantamos casi un mes, a ver si así tenemos más suerte.





Las aplicaciones del tiempo indican entre el 30-40% de probabilidad de lluvia y un máximo de 0,3 mm. Si antaño nos quejábamos de la falta de precisión del "hombre del tiempo", parece que estas aplicaciones están diseñadas para continuar las tradiciones y seguir dándonos sorpresas día sí y día también.

Esta vez, se animan y espero que no sea la última vez, Alhambra y Wallet. Macksa se va convirtiendo en un miembro fijo y Mirindas retorna de los abismos. Eska, Berme y Belice completan el grupo.

El pueblo de Riofrío de Riaza está un tanto vacío, espectral diría yo. Incluso el bar parece sacado de una película de terror del medio oeste americano. Aunque no es costumbre, empezamos en el bar. Necesitamos cafeína en vena después del viaje. Hacemos acopio de enseres y ponemos rumbo hacia el hayedo. Recordadme que la próxima vez, me lleve un bote hinchable por si tenemos que salir nadando, porque poco faltó... 









Dejamos la carretera y dirigimos nuestros pasos hacia el robledal situado próximo al embalse de Riofrío  de Riaza. Comienza el ascenso. Estamos frescos y eso se nota. No dejamos de hablar. Eso siempre es buena señal. El paisaje es espectacular. Lo repetiré varias veces a lo largo del relato, pero el entorno bien lo merece. Belice y yo recordábamos la anterior visita y el mosqueo que se cogió. Desde entonces Kibuko no ha querido volver a salir solo con nosotros. 










Al final del bosque, el sendero gana pendiente; más de un 40% diría Alhambra. Dura poco esta inclinación y alcanzamos pronto la Dehesa del Alcalde. Desde aquí se pueden ver las pistas de esquí de La Pinilla, pero hoy no se ve absolutamente nada. La niebla lo cubre todo y para colmo empieza a llover. Los chubasqueros hacen acto de presencia, excepto el de Mirindas, que se lo ha dejado en casa. Ay mangurrián, nunca aprenderás...
















Seguimos ascendiendo. Estamos a unos 1500 m de altitud y tenemos que alcanzar los 1800 m. El problema es que ya no vamos por el interior del bosque, y el aire y la lluvia azotan sin piedad. El sendero discurre entre arbustos, que al pasar te calan los pantalones hasta los calzoncillos. Empiezan los primeros pensamientos negativos. Mirindas sufre en sus carnes su mala cabeza. Menos mal que Belice le deja un chubasquero que tenía de repuesto, y le hace la persona más feliz del grupo.







Este tramo se hace largo. Demasiado, creo yo. En cualquier momento espero un motín y que mi cabeza caiga de mis hombros por un golpe de bastón, rodando monte abajo. Seguro que alguno lo pensó. Desconozco si lo intentó. Yo, la verdad, estaba disfrutando como un enano, al igual que Berme y Macksa. Conseguimos alcanzar la pista que separa las provincias de Segovia y Guadalajara. Nos libramos por fin de los arbustos. ¡¡Cómo estábamos de agua!! Si en ese momento nos dejan en Murcia y escurrimos la ropa, se acabó la sequía. 






No se si por fortuna o por designios divinos deja de llover. Justo a tiempo para secarnos y poder comer en las proximidades del puerto de La Quesera. Qué bien sienta la comida en un momento así y qué ganas de algo caliente. Incluso sale un rayo de sol, el único de todo el día. Creo que voy a llorar de la emoción... Más allá del puerto no se puede ver nada. Todo está cubierto por nubes.








Una vez repuestas las fuerzas, nos dirigimos al objetivo del día, el hayedo de La Pedrosa. Comienza a llover de nuevo. A veces, intensamente. El hayedo está increíble. La lluvia y la niebla le dan un toque un tanto fantasmagórico. El contraste de colores rojos, amarillos, verdes, marrones... es espectacular. Ha merecido la pena subir hasta aquí para verlo. Nos arriesgamos a sacar los móviles para hacer fotos, a sabiendas de que en cualquier momento se pueden convertir en pisapapeles. No hacen falta filtros de photoshop, las imágenes lo dicen todo por sí solas. Quizá la pega de este hayedo es su pendiente que junto con el suelo mojado, piedras y hojas hace que tengamos un par de caídas que por fortuna se quedan en chapa y pintura.


























Nos reagrupamos y dirigimos nuestros pasos, de nuevo, hacia el puerto de La Quesera. Ahora llueven mares directamente, y el sendero que se dirige hacia el embalse, en algunos puntos está embarrado. Cada vez es más difícil distinguir entre minas antipersona y barrizal. Alguno lo comprobó. Nos volvemos a meter en un robledal, este con algún haya perdida. Esta zona vuelve a ser espectacular (creo que van tres veces que lo he dicho). Menudo regalo nos tenía preparado el otoño este sábado de octubre. Poco nos faltó para pisar en el sendero a alguno de los sapos que nos encontramos. Hasta tres contamos en un rato. Estábamos calados hasta los tuétanos y seguía lloviendo. ¡¡Disfrute máximooooo!!

















Conseguimos, finalmente llegar al embalse. Desde aquí al pueblo ya estába hecho. Avanzamos rápidamente por el arcén de la carretera hasta ir descubriendo una a una las casas de las afueras. Digo ir descubriendo porque no se ve nada por la niebla. Parece el videojuego Silent Hill. Casas vacías, columpios abandonados, calles desiertas... Bien podría tratarse de un pueblo fantasma, salvo por la presencia de ocho incautos que decidieron desafiar las leyes de la naturaleza y la estupidez, todo hay que decirlo, y marcarse una ruta de 10, de esas que no se olvidan. Ojeras, cabreos, alegrias, agua a raudales, cansancio, barro, mierdas de vaca... Sólo puedo decir y gritar bien alto: ¡¡VIVA EL PALILLISMO!!






MAVERICK




4 comentarios:

  1. Y que nadie haya comentado, hombre, no puede ser!!! La lluvia constante no nos impidió disfrutar del maravilloso paisaje. Menos mal que por lo menos nos dio una tregua para comer. Una ruta diferente, divertida y destroyer. De palillismo nada, esto es hardcore!!!

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  2. Jajaja. Ya ves. Gentuza. No saben apreciar lo bueno. Disfruté como un enano. Las rutas inoxidables son las mejores. Vamooooos!!!

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  3. MadreMiaMadreMiaMadreMia, rutaza, ¡rutaza!
    Pese a la lluvia que no nos dejó tregua salvo para comernos el bocata, el viento que soplaba y el hecho de estar calados, ¡mereció la pena por esos impresionanten paisajes!

    Pero vamos..., a mí se me mojó hasta la guindilla que tenía metida n'el culo para poder seguir el ritmo palillero de Maverick.

    Aún así, si se produce otra 'inoxidable' creo que repetiría.

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  4. Yo lo pasé genial y ya estoy pensando en la próxima adquisición, un pantalón que aguante para próximas rutas inoxidables XD
    Para la próxima pido más agua y no por solo disfrutar más, necesitamos agua jejeje.
    Gran día con una gran compañía.

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