martes, 21 de noviembre de 2017

La cabra siempre tira al monte

9 de noviembre


La cabra, la cabra. La...de la cabra. La madre que la parió. Cancionero popular español que viene a expresar el sentimiento que tuvimos Kibuko y yo al acabar la ruta palillera propuesta por Milhouse. Ya sabemos, que las propuestas de Milhouse, la cabra del grupo, son de esas que no te dejan indiferentes. Más bien, son de esas que al acabar no puedes ni abrir los ojos de lo cansado que estás. He de decir que la ruta la elegí yo, con el beneplácito de Milhouse que quería conocer la zona del río Cofio. Para el profano en geografía madrileña, al lado del pantano de San Juan.



16 km y 1000 m de desnivel para palillismo del duro. ¡Qué bien vienen estas rutas de vez en cuando! Y por palillismo del duro no me refiero a la longitud y desnivel precisamente, sino que gran parte de la ruta la tuvimos que hacer a cuatro patas, con el culo a rastras o desbrozando a base de bastonazos los senderos, por llamarlos de alguna manera.

Partimos desde poco antes del puente que cruza el río Cofio. Se nota ya el frescor, pues lo primero que cogemos son los guantes y un servidor, el gorro. Primera parte de la ruta ligera, con unas vistas del valle del Cofio impresionantes. ¡¡Entramos en Gondor!! 




De buenas a primeras, nos desviamos por un pequeño sendero que se empina hasta el infinito y más allá. Pasamos por varios puestos de caza. Menos mal que parecía que las escopetas estban de huelga. Los senderos, estaban hechos por jabalíes y demás fauna de la zona, así que os podéis imaginar la dificultad para avanzar. Milhouse se pone en cabeza y a base de garrotazos iba abriendo camino. Ríete tú de los conquistadores en el Orinoco. En ocasiones quedamos enganchados en las jaras y encinas como si estuviéramos en una tela de araña. En una pequeña parada para tomar resuello, espantamos a un pobre gamo que andaba enfrascado en sus asuntos.







En este punto, abandonamos momentáneamente la selva, para despellejarnos los dedos en la roca. Yo me encuentro fuera de mi zona de comodidad. Es algo novedoso para mí, y no muy agradable, la verdad. Kibuko está más acostumbrado. Y de Milhouse, qué decir. Mientras Kibuko y yo andamos a cuatro patas, el tío va con una pierna. Es posiblemente una evolución debida al aire sano que se respira en Madrid. Sus pies han mutado en pezuñas de cabra que agarran a la roca que da gusto. Estilo fauno. Lo único que le falta es hacer ruletas laterales mientras asciende.













Hasta tres veces tuvimos que subir y bajar por las diferentes lomas, soportando un viento que en cualquier momento nos podría poner en órbita como al Sputnik. En las cimas, la pendiente y la roca pelada, y en los valles, el Amazonas. No hay descanso.














No si un gran esfuerzo, alcanzamos el punto más alto de la ruta, apenas a unos míseros 1000 m de altitud. La Cabrera Mayor se llama. Vamos, ya lo que le faltaba a Milhouse para estar como en casa.















Momento de relax. Las vistas eran impresionantes. El valle del Alberche que va a desembocar al pantano de San Juan, o lo que queda de él. Ni con maquetas de barcos se va a poder navegar por él como esto siga así.



Como reza uno de los principios más básicos de la física, todo lo que sube tiene que bajar. Y la bajada tenía también su miga. Una grieta en medio de la montaña en cuyas paredes anidan los buitres. No sé qué me dio más miedo, si despeñarme o que uno de esos bichos estuviera un poco suelto de la tripa y atinara en mi cabeza. Nos llevó un buen rato alcanzar la pista, "el camino del oso". Si llega a estar el oso me tiro a por él y le mato a besos. ¡¡Un poco de terreno despejado y sin piedras!!








Por fin, todo pista pienso, mientras miro las yemas rojas de mis dedos. Jaja. Pues no. Quedaba una pequeña tachuela, que a estas alturas es como el Everest. Hacía tiempo que no estábamos tan cansados. En la bajada, Kibuko casi pierde los tobillos, que muy gustosos se habrían ido a vivir su vida. Menos mal que no hubo consecuencias.








La llegada al coche se convierte en un respiro para los tres. Hasta la cabra resopla. Menos mal que siempre hay zonas de avituallamiento cerca, donde se pueden reponer sales. Eso sí, a pesar de no estar en mi terreno, me lo pasé de lujo. Nos vemos.



MAVERICK




1 comentario:

  1. Creo que la penúltima foto lo dice todo.......XD Estáis como cabras, chicos!!

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