Una
semana más hay hambre de montaña, de andar, de sudar, de hablar, de pasarlo
bien; los hambrientos quieren más… pero se sienten huérfanos. Les falta su
“líder”, el que prepara las rutas (que nadie mira, seamos sinceros), el que anima,
el que mueve y el que suele hacer las crónicas, todo sea dicho de paso.
Para
esta locura se embarcan Belice, Eska, Otofegna, Mirindas y el que teclea,
Berme. Todo es una incertidumbre, ¿qué ruta hacemos? ¿A dónde vamos? Una
vez decidida la ruta, de Cotos a la Laguna de los Pájaros, surge un impedimento
de última hora. Desde la web del parque Nacional recomiendan no hacer esta ruta
debido al mal estado del camino por los recientes deshielos. ¡Horror! A buscar
una alternativa… Surgen rutas por doquier mediante Whatsapp: Patones, las
Cárcavas, Valsaín… Pero a mí me surge la morriña y decido ir a un sitio que me gusta: Fuenfría.
El
sitio ilusiona, trae recuerdos a la mayoría de los hambrientos, menos a Belice
que de pequeña andaba por otros lares. Llegamos al aparcamiento no sin antes
dar un rodeo y pasar por el hospital, ¿mal presagio? Empiezan los miedos, “¿nos
perderemos?” resuena en la cabeza de los hambrientos…
Una
vez puestos en marcha empezamos a subir, pasamos unas vallas, cruzamos el
puente del Descalzo y llegamos al
descampado, la Pradera de Fuenfría,
donde empiezan los recuerdos. Que si vine con el colegio, que si esto lo
recuerdo nevado, que si yo estuve con el instituto e incluso con la gente de la
iglesia…
Tras
ver en un panel de madera los distintos caminos posibles a seguir, nos ponemos
al tajo decidiendo subir por la Calzada
Borbónica, que no romana como han confirmado las últimas investigaciones,
antes que ir por la pista forestal. Un camino de piedras que nos hace
preguntarnos cómo de cómodos iría la gente en los carros.
Llegamos
al Puente de En medio y surgen más
recuerdos, Otofegna tiene una foto de pequeña ahí y quiere otra ahora. Si es
que somos como niños. Una vez hechas las fotos oportunas y cogido fuerzas con
los dátiles, continuamos subiendo, ahora con un poco más de esfuerzo y haciendo
eses hasta llegar, tras unos últimos metros con más pendiente que por algo le
llaman el Reventón, a la cima, el
Puerto de la Fuenfría.
Contentos
por llegar, nos hacemos unas fotos y decidimos disfrutar tranquilamente de las
Lechutorrijas.
Tras
el parón, continuamos por el camino de la derecha dirección a los miradores por
una pista forestal con cierta pendiente que para nosotros es cuesta abajo.
Paramos en el Mirador de la Reina y
disfrutamos de las vistas unos minutos.
Vuelta
a la realidad, continuamos bajando, unos hablando de política, (interesante pero
no entro en detalle no vaya a ser que Mirindas lo lea y se vuelva a enfadar),
otras de recetas; lo que viene siendo un día en la montaña.
Tras
unos kms llegamos a la Pradera de
Navarrulaque y vemos unos carteles que indican distintas rutas. La ruta
principal va hasta los Miradores de los Poetas, pero algunos integrantes “leen”
en un cartel Mirador de los Siete Picos a 3 km y decidimos ir y comer allí, que
van siendo horas. Caminamos y caminamos y no vemos el famoso Mirador pero sí
una explanada de rocas con los Siete Picos de fondo, hemos encontrado nuestro
sitio para comer. Vemos que hay un dragón dibujado en una piedra, ¿quién lo habrá
hecho? ¿Cómo? Cuanto tiempo libre tiene la gente…
Con
el buche lleno y tras una pequeña explicación de cómo ver un mapa... Sí, llevamos
mapa, brújula, botiquín... Esto está cogiendo nivel. Volvemos sobre nuestros
pasos hasta la pradera para confirmar que no existía ese Mirador de los Siete
Picos, si no que fue una combinación de los carteles existentes, aunque aún
algunas piensan que lo ponía y lo borraron.
Antes
de llegar a los miradores pasamos por el Reloj de Cela, unas piedras puestas de
forma curiosa, pero que no parecen un reloj ni de lejos… Eso sí, si te pones en
el sitio correcto te dicen la hora, minuto arriba, minuto abajo.
Ahora
sí, seguimos y llegamos al primer mirador, el de Vicente Aleixandre; lo que viene siendo un mirador de verdad, con
sus escaleras y barandilla, como apunta alguien del grupo. Buenas vistas, se
ven los Siete Picos, la Bola de Mundo… No puede faltar la foto de turno antes
de ir al siguiente mirador, el de Luis
Rosales, y volver a disfrutar de las
vistas.
Tras
este parón viene la pregunta, ¿seguimos por la pista o cogemos este camino de
puntos amarillos? –Mejor el camino, tiene mejor pinta, contesta Mirindas… Pa
qué te haríamos caso. Empezamos a bajar, en busca de puntos amarillos en los
arboles como si fuésemos Dorothy por el camino de baldosas amarillas en busca
del mundo de Oz. Tras un pequeño despiste, dar un pequeño rodeo y perder el
camino, finalmente nos encontramos en el momento en el que Belice recibe la
llamada del desertor, Maverick nos está esperando.
Tras
media hora de caminata entre pinos y cruzar un “pequeño” río sin problemas y un
puente, llegamos a la carretera. Ya estamos llegando al punto del que partimos
y vemos a lo lejos un muñeco moviendo los brazos, perdón, Maverick llamándonos,
que nos estaba esperando.
Hemos
llegado, hemos sufrido un poco, pero lo hemos pasado bien. Hemos madurado, ya
no somos los niños huérfanos que recuerdan Fuenfría, somos esos hambrientos con
ganas de más que se han comido Fuenfría... y lo que les echen.
BERME