lunes, 17 de julio de 2017

¿Quién me ha robado la sombra?

Sábado 24 de Junio

Más vale tarde que nunca o mejor nunca que tarde como querrían algunos, jaja. Me pongo manos a la obra con esta crónica que tenía pendiente desde hace algunas semanas. Los compromisos vacacionales me han exprimido la energía y no he tenido fuerzas ni para escribir.

Bien se podría tratar de un relato propio de esta misma semana. La intención de la ruta era escapar de la flama madrileña buscando, en teoría, un sitio más fresco. La zona se prestaba a ello. Norte de la sierra, bosques de pinos, agua...Pero nadie esperaba que alguien nos hubiera robado la sombra la mayor parte de la ruta. Sí, sí, así de claro. Mucho árbol pero ni una sombra. Aquí bucéfalo estaría la mar de tranquilo.

La ruta prevista salía de la Granja de San Ildefonso para posteriormente alcanzar las cascadas del Chorro Chico y el Chorro Grande. Unos 14 km muy llevaderos con la idea de refrescarnos el cuerpo, aunque al final serán 17.



En esta ocasión estamos de enhorabuena. Como si fueran las Navidades, que se dejan ver una vez al año, hacen acto de aparición Wallet y Alhambra. Una grata visita que esperemos que tenga algo de continuidad. Belice, Gaia, Berme y Eska completan el grupo.


Salimos desde la plaza de toros de la Granja y en apenas 500 metros estamos pateando por la pista, aunque pronto tenemos el primer percance. El camino por el que continúa la ruta se encuentra cortado por una valla, en la que un letrero nos indica que no se puede acceder ya que es una zona privada. Que no cunda el pánico. Somos gente de recursos. Decidimos improvisar. Miramos el mapa y parece que un poco más adelante sale un camino que bordea la finca. No perdemos nada por intentarlo. Lo único malo es que empiezan las quejas, esta vez por parte de Gaia. Como Mirindas no está, le toma el relevo como quejica oficial. ¡Qué le vamos a hacer!



Al llegar al punto que marca el mapa, encontramos un pequeño acceso próximo al río Cambrones. Unas pobres excursionistas, más perdidas que nosotros, nos preguntan por las Calderas del Cambrones. Nuestra cara es como si nos hubieran preguntado el coeficiente de rozamiento de las alas de un avión a velocidad mach 3 a las 4 de la tarde sobrevolando Barbastro. Tiramos de internet y después de indicarles, decidimos pasarnos también por allí a ver que se cocía. Siguiendo el río, llegamos a una zona de pozas, donde las susodichas no tardan en plantar el campamento y meterse en el agua. ¡Qué envidia!




La zona está muy bien para pegarse un remojón. De momento la ruta tiene su sentido y ni pizca de calor. A veces viene bien perderse. Después del cruce de algún pequeño arroyo y algún tramo de campo a través, enlazamos con la ruta original. Alcanzamos la pista y aquí se acabó lo bueno. A pesar de estar rodeados de bosque, no hay ninguna sombra. Festival de gorras, gorros, agua y sudores. Además, para amenizar la marcha todo es subida, tendida eso sí, pero subida. A la izquierda vamos dejando el valle del Cambrones para dirigirnos a la cascada del Chorro Chico.








El tramo hasta el Chorro Chico se hace eterno. Lorenzo saca el látigo y no queda títere con cabeza. Ni la crema de factor 200 nos libra de los latigazos. El acceso a la cascada no es sencillo. Hay que meterse por unos pedregales rodeados de maleza. En cualquier momento podía aparecer un velociraptor para devorarnos. Aunque temíamos más a las garrapatas.



 

Tenemos la intención de comer cerca de la cascada para así refrescarnos, pero no hay ninguna sombra. ¿Qué pasa en este sitio? ¿Huyen de nosotros? En cierto modo lo entiendo... Media vuelta y a comer al lado de unos pinos de aspecto dudoso que había por allí. Aprovechamos para reponer energía, que con estos calores en cualquier momento nos podemos quedar pajarracos.



Por suerte la cascada del Chorro Grande está cerca y el camino es cuesta abajo, así que a pesar de tener la tripa llena, el trayecto se hace llevadero. Llegamos a la cascada, pero pensamos más en remojarnos que en ver la caída de agua. Estamos deseosos. Encuentro un pequeño acceso en la parte baja de la cascada para poder meter los pies, y nos lanzamos como el que encuentra un billete de 50 euros (más grandes no existen, que no os engañen). Parece que no hemos visto agua en la vida. ¡Qué cuadro! Wallet está en su salsa. Incluso se permite subirse a lo alto de la roca cual Tarzán. Berme nos mira desde la distancia. No se quiere remojar. No sabemos si es porque le da alergia el agua o porque empatiza con los animalejos acuáticos y no quiere infectar el agua con los efluvios de sus pies. La verdad es que sienta de lujo y nos quedamos como nuevos.













Ya sólo nos quedaba alcanzar el pueblo, a apenas un par de km y cuesta abajo. En la bajada hacia el pueblo nos cruzamos con los participantes de una carrera de montaña de unos 100 km y una burrada de desnivel. ¡Pero muchachos, quién os mandará meteros en esos berenjenales que os vais a quedar mojamutos! Mientras, en el grupo, se oían las súplicas por un poco de coca cola fría o un buen café con hielo. Dada las escasas opciones cerca del coche, decidimos avituallarnos en uno de nuestros puntos clave, Valsaín. ¡Qué bien sienta algo fresco con estos calores! ¡Y aquí por fin sí...a la sombra!


MAVERICK



4 comentarios:

  1. Qué grande, Maverick! A pesar de que el sol azotó tu cabeza tu memoria sigue intacta. Me lo pasé genial, como siempre. Así que, a repetir toca!!

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  2. estupenda crónica, (aunque te metas conmigo siempre es un orgullo tomar el relevo de Mirindas ) casi siento los calores como si fueran de ayer mismo juasjuajsuas
    un placer volver a veros chicos!! ya tengo ganas de repetir! muaks

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  3. Ya no me acordaba de esta. La compañía amenizó el calor, caras nuevas y ya conocidas siempre hacen llevadero el camino.
    Por cierto, mis pies son muy sensibles XD
    Hasta la próxima!

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  4. Que grandes sois!! A ver si pasan estos calores pronto y retomamos el palilleo. Vamooooos!!!

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