domingo, 29 de diciembre de 2013

Los Gigantes de Barro

Sábado 28 diciembre

Son las 8.30 de la mañana. Hace frío y el suelo está mojado por el agua caída el día anterior. He quedado pronto con Maverick para que mire mi bici, ya que toque cosas que no debía. (La verdad es que era una excusa para no ir, pero no me dejaron escapar). En un momento arregla la avería y nos dirigimos al punto de encuentro con Milhouse.

En el trayecto, Maverick se da cuenta de que no tiene grabada la ruta y tiene que improvisar. A los pocos minutos llega Milhouse con cara de sueño. Monta la rueda de la bici y nos damos cuenta de todos los compañeros que nos faltan. Maverick nos dice que vamos a hacer una ruta por la Casa Campo. Con la incertidumbre de lo que nos espera, nos ponemos en marcha dispuestos a superar el nuevo reto que nos tiene preparado Maverick. 

Comenzamos a pedalear intentando sortear los charcos de agua que hay por el trayecto, a sabiendas que nos íbamos a poner de barro hasta las orejas. Al poco tiempo nos damos cuenta que Milhouse no está, bajamos el ritmo y le vemos llegar a lo lejos. Le preguntamos "¿qué ha sucedido?" a lo que el contesta “estaba mirando si algo rozaba mi rueda porque me cuesta pedalear”. Con una sonrisa pilla, Maverick y yo nos miramos y reanudamos la marcha.





Es un día gris, con muy poca gente en el camino. El paisaje es muy llano y el aire castiga más de lo que parece. (Vamos que muy desolador). Aun así es lo que hay y tenemos que continuar. Vamos pasando por varios sitios, en los que Maverick nos cuenta anécdotas de cada uno de ellos. Pasamos al lado de la Ciudad de la Imagen, y bajamos una cuesta en la que Maverick nos indica que se llama “la cuesta de la risa”. ¿Y porque la cuesta de la risa?, pues porque al volver nos vamos a reír un montón (Jejeje). Entramos en poblado y después de callejear un poco, vemos la entrada de la Casa Campo. Nos alegra ver un paisaje más verde y más movimiento de deportista. Ahora empieza el gran reto…



Ya en la Casa Campo todo parece más fácil (como se ve a mucha gente, es que no hay peligro). Vamos circulando por caminos paralelos a la vía por donde van los mortales. Recorremos unas pequeñas zetas, con cuidado de no caer al río. Y de repente vemos una gran pendiente. Después de pensarlo un ratillo y ver que el terreno está embarrado, me tiro rezando a los dioses de no caerme. Gracias a ellos consigo llegar abajo sin ningún percance. Después se lanza Milhouse para domar la terrible pendiente. Pero contra todo pronóstico, le vemos descender bajado de la bici. Medio rebozado se levanta de una pieza (desconociendo el alcance de la caída) y se dirige a quitarle el barro a su “pequeña”. Después baja Maverick sin ningún problema. Nos reponemos del susto, y seguimos pedaleando.






Entramos a una zona muy verde y bonita, pero menos gente… Ascendemos por una CUESTA TRAMPA!!!! Es una trampa porque es casi imposible subir, hay tal cantidad de barro que no podemos pedalear. Cada pedalada nos agarra al suelo. Las piernas sufren, las bicis también, tenemos que tirar de ingenio y bajar los platos para subir ligeros. El primero en llegar es Maverick, luego yo y por último Milhouse que ha encallado en el barro. Una vez arriba, nos damos cuenta que vamos montados sobre una bicicleta de barro. Damos unas vueltas intentando encontrar el camino correcto sobre nuestros vehículos que pesan algunos kilitos más.





Volvemos a nuestro sendero disfrutando del paisaje, intentado quitarle el barro que no deja cambiar las marchas. La cadena, se sale a menudo. Bajamos una pendiente, y al subir,  Milhouse se da cuenta que algo falla. ¡¡¡No le cambian los piñones!!! Al mirar, se da cuenta que tiene el cable roto. Y se deduce que es producido por la caída. Maverick decide cambiar la ruta para hacerla un poco más ligera. Y así nos dirigimos al Madrid Río, que aun estando lleno de gente, se aprecian unas vistas muy bonitas.

Volvemos a la Casa Campo buscando un sitio donde repostar. Encontramos un lugar donde hay unas mesas fuera y nos damos cuenta de las aves que están a nuestro alrededor. Brindamos por los logros conseguidos y por la "peazo" tapa que nos pone el camarero (hacemos oídos sordos a lo que nos queda de ruta). Después de un rato me doy cuenta de que me noto algo en el hombro. Me da por comentarlo con mis compañeros sin saber lo que sucede. Y... ¡¡¡¡¡¡PREMIO!!!!!! Una cagada de un pequeño pajarillo (menos mal que era pequeño) que consigue la mofa de los más “pequeños”. 



Y de nuevo, reanudamos la marcha en dirección a la “cuesta de la risa”. Preocupados por el estado de la bici de Milhouse, estamos cerca del mismo para que se vea arropado por el grupo. Pero Milhouse, como si no fuera la cosa con él, pedalea como si escapara de los látigos de su amo. Y así andamos por la ruta, pero ahora de vuelta, llegando a la cuesta de la risa. Pero por suerte, los dioses estaban de nuestro lado. A lo largo de la mañana y con el buen día que ha hecho. La luz parece haber secado un poco el camino y permitirnos (aunque con dificultades) subir con menos sufrimiento del esperado. Voy detrás de Milhouse preocupado (en parte por su bici) para que no se vea solo. Pero parece que la cosa no va con él, y decido subir un poco más liviano. Cuando llego arriba me doy cuenta que estoy solo y faltan mis dos compañeros, que han parado a reparar la cadena de la bici de Milhouse que no para de dar guerra.

Ya, con lo más difícil recorrido (o eso pensábamos). Marchamos a ritmo liviano pero en silencio, vamos notando el cansancio. Menos Maverick, que parece echar de menos a sus compañeros de batalla para retarle, que lanzaba algún órdago en solitario. Y en ese silencio escuchábamos el aire que nos daba de frente y nos frenaba (para no variar en todo el día). Llegamos al pinar y pasamos al lado de un hombre que estaba “plantado un pino” con su perro de compañero. Volvemos por la misma zona por donde Maverick nos contaba las anécdotas de la ida. Y a ritmo rápido  conseguimos llegar a la zona de reunión. Decidimos ir a una gasolinera para poder limpiar las bicicletas del barro acumulado y llegar limpios a casa. Pero como no tenían pistolas a presión, nos despedimos de Milhouse y el resto del grupo continúa la marcha hasta casa. 

Ya en Alcorcón, paramos para limpiar nuestras “pequeñas”. Pero como tengo mucha prisa, dejo solo a Maverick y  me despido felicitándole las fiestas navideñas. Y esperando ver a mis compañeros el año que viene. Así se despiden esta crónica de los tres GIGANTES DE BARRO.

Esta ruta ha sido la última del año 2013. Y aunque con pereza debido al frío y la humedad. Hemos superado un nuevo reto. Y de ahí mi agradecimiento a Maverick, que siempre está ahí para animarnos, proponiéndonos nuevos retos de superación y formando un grupo formidable. Y una mención especial a Milhouse, que aunque con problemas mecánicos,  supera cualquier reto (piano, piano), y no se rinde ante los inconvenientes.

Espero que todos paséis unas felices fiestas, y ¡¡¡¡¡¡NOS VEMOS EL AÑO QUE VIENE!!!!!!

Golfo 

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