Viernes 6 de diciembre
Viernes festivo, y suena el despertador a las 7:00. ¿Cómo es posible que
hayamos podido cometer esta insensatez? Pues porque una nueva hazaña nos espera
para los selectos miembros de “El deporte da hambre”.
Los elegidos para la
gloria esta vez, después de valorar seriamente factores como el madrugón, las
inevitables cervezas previas a un festivo, gastroenteritis que te dejan la cara
más pálida que la de Iniesta, que el seguro de la hipoteca no cubre defunciones
en caso de deportes de riesgo y demás gaitas, somos sólo tres: Sarraceno (líder
del evento), Kibuko y Milhouse. Abandonamos la bicicleta y nos aguarda la
ESCALADA.
Llegamos a Cantocochino y
empezamos en el mismo lugar en que acabamos la aventura (o desventura) de las Zetas: el bar con chimenea (aunque sin la aparición estelar de nuestra amiga vaca).
Allí nos juntamos con tres expertos escaladores amigos de Sarraceno y otros dos
no tan expertos, Amaya y Pablo, con el gusanillo también de saber a qué sabe
todo esto. Los más madrugadores ya han dado buena cuenta del desayuno y planean
la jornada. Cuando llegan los últimos, cargamos los bártulos y partimos hacia
nuestro objetivo.
Vamos río abajo durante
un pequeño tramo, en el que vemos que aunque el día se presenta
espléndido, la helada de la noche también lo ha sido. Empieza la subida entre cantos
de granito, jaras, retamas y alguna encina. A medida que subimos ya nos va
dando el sol en el cogote y empieza a sobrar toda la ropa. En lo alto nos
aguarda la mole impresionante de la Tortuga. Como diría aquel, dos palabras:
“im prezionante”; o “como un toro”, pero en versión quelónido. Cuando nos
acercamos a la pared vemos las numerosas vías que hieren el caparazón de roca.
Por otro lado, parece que toda la gente que ha huido de Madrid se ha venido a
escalar a La Pedriza. Aquello parece la Gran Vía en Navidad. Un poco más tarde
y nos quedamos sin vía.
Atendiendo a la sabiduría
de Sarraceno elegimos un camino de nivel 4, apto para nuestra categoría, y para
que los expertos vayan calentando. Gracias a ellos tenemos alguna cuerda más
que nos permitirá no esperar tanto. Descargamos fluidos para no subir peso a lo
tonto y nos ponemos al lío. Los nuevos con una sonrisa nerviosa y los expertos
con el ansia de empezar cuanto antes.
Antes de que nos queramos
dar cuenta, Sarraceno ya se ha encaramado a la roca y está montando una vía. ¿Y
aquella cabra que trepa por ahí? Ah, no, es Mary, que ya tiene preparada otra.
Atendemos con sumo interés a las explicaciones de unos y otros, pero en un
lenguaje tan sumamente extraño que a lo máximo que aspiramos los nuevos es a
poner cara de póker y decir “sí, sí, sí, sí, sí, sí”, cual vasco de Vizcaya.
¿Pero un químico no es un tío que ha estudiado Químicas?
Llega el momento de la
verdad y comienza un diálogo de enamorados entre Kibuko, Milhouse y Pablo:
- Sube tú
- No tú,
- No, venga, tú
- Sube tú
- No tú,
- No, venga, tú
Finalmente, la persona
con más huevos de los nuevos dice: “Subo yo”. Muy bien, Amaya, así se hace.
Mientras, los expertos a sus cosas, roca arriba, roca abajo.
La primera prueba de
fuego es ponerse los pies de gato (los gatitos en el argot; también va de
animales la crónica). Te los pones y se te agolpan los pensamientos:
- Joder, cómo
aprietan
- Me va a
quedar un muñón
- ¿soy una
china?
- Pues esto no
agarra tanto como dicen
Los expertos animan a su
manera: “Es una escalada muy amorosa”. Nosotros no vemos el amor por ninguna
parte.
Cuando te pones el casco
y el arnés, te atas a la cuerda, encomiendas tu vida al que te asegura abajo y
pones el primer pie sobre la roca, es cuando sufres una mutación completa: la
uñas de las manos y de los pies te empiezan a crecer cual transformación a lo
“Hombre lobo americano en Londres” (Las de las manos bien, pero las de los
pies, con los gatitos puestos, es lo que te faltaba). Por otro lado, te
conviertes en un mutante de los X-Men con el superpoder de la adherencia. O eso
es lo que se cree tu cuerpo, porque intentas pegar cada centímetro de piel a la
pared para ver si se cumple. Y así, cual lapa coruñesa, intentas seguir las
indicaciones de nuestro particular Profesor Xavier: “pasos cortos, mirando
dónde pones los pies, tranquilidad, apoyando la mayor superficie posible del
gatito, pensando donde dar el siguiente paso”. Pero tú no estás para pensar en
nada más que en “¿qué coño hago yo aquí? Con lo bien que se estaba al sol
tumbado en la roca”. Desde abajo, el profesor Xavier de palo se sigue
desgañitando en vano. Mejor sería la telepatía, como el verdadero. En las vías
cercanas se oye “Papi, grábame un vídeo”. Jodido niño.
Poco a poco, subiendo
tres pasos y descendiendo dos cada vez, se va avanzando por la pared. Se le va cogiendo
el gusto a esto. Finalmente se llega arriba. Aunque con las pierninas todavía
medio temblando, hay que hacer el signo de la victoria para la foto. La vista
es espectacular.
La bajada ya es otra
cosa. Confías en el que te asegura (Se supone que el que asegura tiene que dar
tranquilidad al otro (¿). Que insensatos son algunos,
pues piensan que el juego de manos izquierda-derecha está controlado) y te
dejas caer como morcilla de Burgos colgando de una cuerda, y a rapelar.
Enseguida se llega abajo.
Da tiempo para una
segunda vuelta. Efectivamente, esto también es otra cosa. Ahora te das cuenta
que el profesor Xavier tenía razón y te van saliendo sus indicaciones casi
solas. A ver si ha desarrollado el poder telepático en este ratito....
Para desmontar el
chiringuito Mary intenta, mediante explicaciones técnicas, que uno de los
neófitos suba de nuevo por la pared y vaya sustituyendo el material
- ¿me lo
repita?
- venga vale,
ya subo yo que tengo prisa
A partir de aquí,
dispersión. Los expertos se quedan, a disfrutar libres de nuestra lacra, y los
novatos nos vamos tan contentos con nuestros nuevos superpoderes.
Efectivamente, un espléndido día de escalada.
Milhouse
jajajajajja lo que me he reido Milhouse!
ResponderEliminarLa lapa coruñesa y el maldito niño me han arrancado verdaderas carcajadas :)
un hurra por esos mutantes y por la paciencia de los expertos!!!
Yo no me veo desarrollando superpoderes sin quedarme mas blanca que iniesta asi que bravo por esos huevos y esas piernecillas temblorosas que han superado el reto.
Estoy deseando leer la siguiente crónica ....inconscientes! que sois unos inconscientes!! jajajajaj