jueves, 5 de noviembre de 2015

Colores de otoño

Sábado 31 de octubre  

En primer lugar, antes de meterme de lleno en el relato, dar mi enhorabuena a la expedición Toubkal. Cuando empezamos esta aventura hace ya dos años, no imaginábamos ni por asomo dónde íbamos a llegar. Sois muy grandes y me siento muy orgulloso de que forméis parte de la familia hambrienta.

Dicho esto, la ruta que nos atañe vuelve a tener como protagonismo el senderismo. Parece que se nos ha olvidado dar pedales. A ver si os animáis que os veo muy mustios. La zona elegida se encuentra en la provincia de Ávila, muy cerca de la provincia de Madrid. La verdad es que es muy gratificante que queden sitios así apenas a una hora de la capital. La ruta empieza en el pueblo de Casillas y a través de robledales, castaños y pinos, nos adentra en la Reserva Natural del Valle de Iruelas, para a continuación volver pasando por el Pozo de la Nieve y el puerto de Casillas. En principio, 18 km y unos 800 m de desnivel. Digo en principio porque al final saldrán unos poquillos más.

Quedamos en la Costa Marrón Belice y yo con Milhouse, y desde allí salimos hacia Casillas. Me resulta raro ver a Milhouse y que no tenga que hinchar la rueda de una bici. Belice no sabe donde vamos. Lleva toda la semana en ascuas. El viaje se hace muy ameno, charlando acerca de la expedición al Toubkal. He de destacar que Milhouse es el único que ha tenido valor para venir, después de la paliza que se dió. El resto, sólo excusas. Una pena... En menos de una hora estamos en el pueblo de Casillas.

Nos ataviamos dominguerilmente y salimos a gastar zapatilla. Tenemos que salir del pueblo en dirección hacia el Tiemblo. No va a ser fácil ya que el pueblo es todo una cuesta. Casi nada más salir, nos topamos con una señal de pendiente del 25%. La primera vez que la veia. No puedo imaginarme a los profesionales del pedal subiendo por ahí. Qué dolor de patas!! Ya por las calles del pueblo, podemos ver todos los márgenes de las calles llenos de castañas. Finalmente salimos del pueblo, aunque muy a nuestro pesar, no abandonaremos la pista asfaltada en un par de km.



Seguimos de charla y cogiendo y probando algunas castañas que se hacinan en el borde de la carretera. Qué buenas están!! A la vuelta tenemos que coger unas pocas!! Empiezan a sonar las cámaras de fotos. El entorno es espectacular. Pocas veces se pueden ver tantos colores en un espacio tan pequeño. La verdad es que es increíble. Robles y castaños se suceden por el camino, mezclando sus colores. Todo un plato de 5 tenedores para la vista. Además, localizamos muchas setas. Suerte que vamos con un experto micólogo, porque Belice y yo no tenemos ni idea. Nos paramos de vez en cuando a recibir las clases magistrales del experto Milhouse.




















La ruta no tiene pérdida ya que  de momento el camino se encuentra vallado a ambos lados. Una vez acabadas las fincas, nos metemos de lleno en el bosque. Es espectacular. La verdad es que es muy difícil contarlo, y a pesar de las fotos, no se logra uno hacer a la idea de lo que es aquello sin haber estado allí. Vemos una casita en lo alto de un árbol. En un estado un poco lamentable, eso sí. Milhouse sube las escalerillas para cotillear, pero éstas están rotas, y mejor no arriesgar a una posible caída.























Seguimos caminando hasta meternos de lleno en el Valle de Iruelas. En esa zona es famoso un castaño llamado "el abuelo". Más de 500 añazos contemplan a este árbol. Nació en época de los reyes católicos a partir de una mísera castaña que había en el suelo, y ha aguantado hasta ahora.  




Estamos en la zona más alejada de la ruta, así que toca volver. También lo estamos deseando, ya que en esta zona es donde nos encontramos más gente. Muchas de las personas que nos encontramos van cargadas con su cámara réflex y su trípode. Nadie se quiere perder este espectáculo visual. Paramos en una pradera para tomar el primer bocado de la ruta. Los huesitos hacen acto de presencia, además de los donut de chocolate, que ha traído Milhouse. Nos dice que ha comprado como 200 donut por 1 euro y no están caducados. Qué ofertas!! Aquí nos desviamos por primera vez de la ruta. El ir hablando es lo que tiene. Medio km que va sumando. Volvemos sobre nuestros pasos, cruzamos un arroyo y ahora toca subir. Nuestro objetivo es el Pozo de la Nieve, situado en la parte más alta de la zona.





 Vamos subiendo tranquilamente y nos metemos en la niebla. El olor a tomillo en la zona es muy intenso. Qué lujo de entorno para los sentidos. Nos encontramos a otro grupo que parece ser que han bajado pero no han logrado ver el Pozo. Así que después de darles unas clases magistrales de navegación con GPS (qué bueno soy y qué culito tengo, como diría aquel), les indico cómo llegar. Nos metemos completamente en la niebla y tras unos vistazos al GPS, finalmente llegamos al Pozo de la Nieve. Es un pozo de gran diámetro, que antiguamente se usaba para almacenar nieve, y tener reserva de hielo para todo el año. Este en concreto se construyó en el sigo XVII y ha seguido usándose hasta principios del siglo XX.














Es tiempo para el momento hambriento. Toca desenfundar bocatas y menear el bigote. Vuelven a entrar en escena los huesitos. Espero que me paguen algo por la publicidad que les hago. De tantos que llevaba se me fusionan con las manos. Una mujer que había por allí dice: Es lobezno de huesitos!! Pero no, era Huesezno!! Jajaja. Después de tonterías varias, retomamos la ruta. Cambiamos el paisaje de castaños y robles por el de pinos. Las vistas del valle son impresionantes. Al fondo aparece el embalse del Burguillo.














Nos encontramos con un grupillo que van cogiendo setas, y Milhouse y Belice no paran de ensalivar. El ansia nos puede, y paramos un momento a echar un vistazo. Mi vista de águila descubre el primer y único boletus de la jornada, del que dará buena cuenta Milhouse en algún revueltillo.





Seguimos caminando sin conocimiento. Esta vez nos pasamos el desvío por unos 700 metros, lo que unido a la vuelta sumarían casi km y medio. Qué pereza!! GPS en mano, decidimos acortar campo a través. Nos vamos metiendo poco a poco en el castañar.


Es en este punto donde aflora todo el ansia que puede llevar dentro un ser humano. Somos esquilmadores por naturaleza. Empiezan a aparecer castañas por el suelo, así que en vez de cogerlas en el pueblo, paramos allí. El diálogo que se produjo es el siguiente:

- Mira una castaña.
- Mira otra.
-...Saca la mochila!!!

Jajaja. Ansia en estado puro. Dabas una patada y salía tropecientas castañas. No pocos pinchazos en las manos nos pegamos para sacar las más gordas de los erizos. Al final ayudados con los pies y los bastones. Llegó un momento que estabamos desatados. En lugar de pupilas teníamos castañas. Cogíamos castañas como si no hubiera mañana. El diálogo que seguía es el siguiente:

- Venga, vamos que se hace tarde.
- Espera una más... ¡¡Las que hay aquí!!

Así estuvimos apenas media hora en los que cogimos más de 10 kg de castañas. Milhouse cogió lo mismo que Belice y yo juntos. El tío no podía ni cerrar la mochila. Pura ansia viva. Eso sí, unos crían la fama...





 El pueblo estaba cerca. A un km más o menos. Como no había bar cerca, decidimos pararnos en el primer bar que conoció el grupo hambriento. Nos fuimos a Navas del Rey a tomar las cervezas de rigor. Y qué bien sentaron. Al final, con la tontería fueron unos 20 km los que nos hicimos, pero muy a gusto, eso sí. Lo que es seguro es que antes de que acabe el otoño repetiremos, para darle un buen regalo a los sentidos.





MAVERICK


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